Capítulo L

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    Eidrien se sorprendió de ver que su abuela había dado con su paradero, su presencia allí no parecía agradar a nadie y él sabía bien por qué, Nesrin no había crecido bajo el yugo de la sociedad Dracfeu y ellos no la consideraban parte de su reino. Nadie profirió quejas aún así, puesto que la profecía se había cumplido por medio de aquella a quien ellos rechazaban, a Eidrien eso le resultó gracioso y comenzaba a pensar que Hades de seguro poseía un gran sentido del humor o estaba muy aburrido y sembrar el caos un rato le parecía entretenido.

    Nesrin le explicó que había llegado hasta el lugar gracias a Ciel y Charles, el segundo le había rastreado pero no pudieron entrar al reino; o más bien, Ciel no pudo. Había sufrido un colapso con solo dar tres pasos dentro de las tierras, Eidrien supuso que algo dentro de su naturaleza se lo impedía, lo más probable, su parte de vampiro.

    —Debe volver pronto —dijo el rey Dracfeu que no se veía especialmente feliz de que el elegido hubiera sido Eidrien y él lo entendía—. El pueblo desea conocerlo.

    —No soy nada que no haya sido antes.

    El rey lo tenía en claro, pero aún así, agradecía que Eidrien estuviera casado con su hija mayor. —Quizá algún día te corresponda heredar el trono de mi reino...

    —Eso jamás pasará —dijo de inmediato—. No lo aceptaría ni aunque me pagaran, mantendré la alianza entre Tarendiel y Àes Sidhe con mi matrimonio, y su hijo varón, que tengo entendido aún es un bebé, podrá heredar el trono si algún día usted fallece.

    El rey asintió. —Será como desees, pero eres lo que este reino ha esperado por milenios. Eres quien quizá nos devuelva a la vida.

    —¿Cómo demonios voy a darles vida si tengo el fuego de los muertos? —masculló para sí, pero sabía que las palabras del rey eran sinceras—. Volveré pronto, han habido problemas en mi reino que merecen mi atención, ustedes no deberían descuidarse, creo que esto transciende mas allá de las fronteras de Ahrimán y puede que los alcance.

    —Lo tendremos en cuenta.

    Eidrien hizo una casi imperceptible inclinación de cabeza y avanzó hasta la salida del palacio donde lo esperaban Zéphyrin y su abuela. Les quedaba un largo camino de viaje pero antes llegaron a la casa del compromiso, allí donde todo había comenzado.

     Ciel estaba sentado en las escaleras mientras veía como Charles se daba un merecido baño luego de casi un día de viaje y rastreo. Habían tardado tanto porque le perdieron la pista al rastro de Eidrien cuando cayó al río, fue Nesrin quien, luego de varias horas, tuvo la pequeña sospecha de que si él había sido arrastrado por la corriente, llegaría cerca de Áes Sidhe y de ser el caso, lo más seguro era que estuviese allá. Más acertada no pudo estar en sus suposiciones.

    Cuando Eidrien vio a Ciel, casi sin saludarlo le dijo que debían hablar a solas, luego le gritó lo mismo a Charles antes de que se encerrarsen en el interior de la casa.

    —¿Alguna de esas psicópatas de las parcas les dijo por qué querían que volviera con Rin Rin? —preguntó de inmediato, comenzaba a atar cabos.

    Ciel y Charles negaron, algo sorprendidos de que Eidrien estuviera vestido como Dracfeu, con ropas holgadas y color hueso, llenas de joyas raras de color negro que comenzo à quitarse como si le picaran.

    —¿Sucedió algo? —terminó preguntando Ciel.

    —Sucedió esto. —Eidrien hizo que una llama se encendiera en la palma de su mano. Una pequeña llama que iba desde azul hasta violeta. Le habían dicho qué cosas podría hacer, no controlaba mucho sus poderes pero se le daba bien, era bastante parecido a controlar sombras. La pequeña llama se volvió un anillo de fuego alrededor de su muñeca—. Para recuperar mis derechos como esposo de Rin Rin tuve que pasar el ritual del fuego y resulta que yo, un don nadie, más inútil que un lápiz blanco ...

Losing Game (Dark Angel VIII)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora