Capítulo XVII

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   El sol ya hacía horas que había despuntado en el horizonte, casi era medio día y Eidrien no había vuelto al palacio. Valeria le explicó a Zéphyrin que no se preocupara, que le diera su espacio porque de seguro necesitaba estar solo. Creyó que él solo necesitaría unas horas, pero no toda la noche y casi la mañana del día siguiente. Sentía que su pecho dolía de una forma rara, se sentía lastimada y no sabía por qué. No quería pensar que Eidrien estaba así por ella, por la chica que habían visto, no quería imaginarse que esa chica era a la que él decía amar; porque aunque ya sabía eso de antemano, le estaba doliendo como nunca creyó que le dolería.

   Cuando despertó sobre la cama, de lo que debía haber sido su primera noche juntos luego de casados, y vio que él aún no estaba; no pudo evitar llorar. Las sábanas se quemaron por culpa de sus ardientes lágrimas, pero ni siquiera lo notó. Estuvo llorando por horas, pero comenzó a sentirse mal nuevamente y tuvo que salir, vio a Bargdy delante de la habitación como había estado desde el día anterior. Tomó otro baño más con su fuego, en una habitación vacía del palacio y ahora estaba en alguna parte dentro de él, ya le habían dicho que lo mejor era que no saliera.

   Acarició la marca que les unía en matrimonio, preguntándose una vez más por qué le dibujó una mariposa. Aún no había visto ninguna en todo el lugar, pero se deleitaba oyendo y viendo a las aves a través de las ventanas; también a los insectos que jamás había visto y algunos animales domésticos. Bargdy no se había despegado de ella en todo su recorrido por el palacio y debía admitir que con él no se sentía tan sola.

   También se había encontrado con la figura de los abuelos de Eidrien a lo lejos, pero no les saludó porque les había visto demasiado acaramelados y no quería interrumpir. Verlos así le había puesto incluso más triste. Al final regresó a la habitación sintiendo como su estómago pedía comida, no había probado nada desde el día anterior, aunque tampoco tenía ganas.

   Abrió la puerta tranquilamente y se quedó estática al ver a Eidrien de vuelta. Estaba sentado frente a las consolas con unos cascos puestos, indicando algo que no entendió. No dijo palabra, solo se sentó sobre la cama sin saber qué más hacer, debía admitir que se estaba aburriendo demasiado en ese lugar. Le recorrió con la mirada,  ya no llevaba la misma ropa del día anterior, ahora solo usaba un buzo púrpura con lo que a ella le parecieron unos garabatos (eran letras); un short de mezclilla hasta la rodilla desgastado y nada más. Su cabello rubio se veía despeinado como siempre, aunque algo más largo que antes.

   —Me vas a abrir un hoyo. Si quieres decirme algo, dime y no solo me mires —dijo Eidrien sin siquiera girarse pero ella no respondió, solo alejó la vista de su persona.

   Él suspiró, parando con el videojuego que estaba jugando. La verdad era que no sabía qué decirle, no estaba acostumbrado a rendir cuentas y tarde había comprendido que se suponía que la noche anterior debía de haber sido su noche de nupcias, pero ni siquiera había estado. Miró hacia atrás viendo como ella trenzaba su largo cabello en manera de entretenimiento. Desde donde estaba pudo recorrer sus piernas con la vista, que estaban al descubierto gracias al sencillo vestido de tiras que llevaba puesto. Sus hombros se encontraban desnudos también y su lacio cabello caía sobre él de una forma casi mágica. Ella definitivamente era mágica.

   —Me vas a abrir un hoyo, si quieres decirme algo, dime y no solo me mires —se quejó Zéphyrin y sus ojos coincidieron al tiempo que él sonreía porque le había dicho lo mismo; pero ella no lo hizo, eso le dolió, se había acostumbrado a verla sonreír.

   Eidrien se quitó los cascos, dejándolos sobre la mesa mientras se levantaba para ir a la cama. Zéphyrin le vio acercarse pero no hizo nada, ni siquiera le miró incluso si él prácticamente se sentó a centímetros suyo. Sintió su tacto sobre la piel desnuda de su cuello y luego como tomaba la trenza que se había hecho comenzando a deshacerla.

Losing Game (Dark Angel VIII)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora