Capítulo XX

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    Kay, Eidrien y Cian iban por los pasillos del banco de sangre, estaban revisando qué tal iban la reconstrucción que se había hecho luego de que los vampiros de Transilvania destruyeran todo. No habían logrado salvar mucho, y aún después de unos cuantos meses, seguían teniendo grandes problemas en el sitio. Ya no se podía almacenar la misma cantidad de sangre que antes, los frigoríficos fallaban más de lo que trabajaban y diario se echaban a perder litros y litros del preciado líquido. Ya no sabían que más hacer para mejorar la situación.

    —Siguen llegando quejas por parte de los vampiros por la escasez de sangre fresca —explicó Cian, viendo unos papeles que llevaba en manos.

    —No me digas, apuesto lo que sea que es por el sabor del bendito conservante —se quejó Eidrien rodando los ojos—. No entiendo qué rayos pretenden que hagamos al respecto, gracias a ese conservante es que su preciada sangre dura más de dos meses en buen estado.

    —Lo que quieren es más donaciones de parte de los humanos y brujos que hay en Ahrimán —contestó Kay—. Algunos se olvidan que los humanos no viven eternamente y que aquí escasean, además de que una gran parte de ellos no quiere donar y no podemos obligarles.

    —No deberían quejarse, bastante hacemos con ir y venir del mundo humano solo para traerles su preciada sangre. —Eidrien bufó hastiado, no podía comprender por qué no se contenían un poco, ellos hacían todo lo posible.

    —Majestades —Uno de los encargados del lugar llegó en frente de ellos e hizo una reverencia, era humano, como todos los que trabajaban allí, así se evitaba que hubiera parcialidad a la hora de repartir o algún tipo de conflicto de razas—, no sabíamos que vendrían hoy.

    —Esa era la intención —contestó Cian con tranquilidad, mirando alrededor—. Esto cada vez es un desastre más grande.

    —Hemos tratado de mantener a flote lo que salvamos, pero no estaría de más que trajeran maquinarias nuevas del mundo humano, estamos perdiendo más de lo que ganamos por evitar esa parte.

    —La cuestión es que debemos ser discretos, ir y venir del mundo humano cargados de sangre y otras provisiones, sin llamar la atención ya es bastante difícil, si también sumamos más material de laboratorio, será un lío —intervino Eidrien con molestia—. Pero creo que al final tendremos que hacerlo, es mejor eso que perder más sangre y tener revueltas.

    —¿Por qué no nos han dicho que les habían estado amenazando? —preguntó, mirando al hombre delante de él con reprensión.

    —Majestad, siempre recibimos amenazas, los vampiros no suelen estar conformes con las raciones, pero jamás hacen nada.

    —Hacían, no mientas, ya sabemos que se intentaron meter aquí dentro —dijo Cian, ya los tres se habían metido en la mente del encargado—. Me encargaré de que mis chicos hagan guardias veinticuatro horas aquí, no solo para evitar que se roben la sangre, sino para protegerlos a ustedes por si alguno decide atacarlos.

    El hombre agradeció la ayuda y los tres comenzaron a salir del sitio no muy satisfechos con lo que habían visto y oído. Que los vampiros atacaran el banco de sangre solo significaba que estaban perdiendo el control sobre ellos y eso era fatal, lo que menos hacía falta en Ahrimán era que todos los vampiros se volvieran como los de Transilvania.

    —Papá, he estado pensando que deberíamos hacernos de un sistema de comunicación de una vez por todas —comentó Eidrien—. Sé que no hay recursos abundantes, pero esto no debería hacerse esperar más, cuando Transilvania nos atacó hace unos meses, de haber tenido los medios de comunicación necesarios, no habrían muerto todos esos brujos.

Losing Game (Dark Angel VIII)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora