Capítulo XIV

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Capítulo dedicado a LilianaRodAguilera

¡Disfruta, Lilo!

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    Valeria estaba en la habitación donde conservaba los títulos de su nieto con tanto orgullo, observándolos en un intento de calmarse ante la molestia que le había embargado en esa sala. Desde que Hayden y Edrin se casaron, la relación entre Brithiel y ellos se distanció. Ella aún no entendía cuál era el problema de él con su hija, al principio creyó que era por la raza, pero luego se dio cuenta de que no, porque Brithiel jamás había sido racista, simplemente parecía no soportar a Hayden. Y eso en realidad le molestaba pero los dilemas familiares eran así, sin embargo, ya cuando llegó Eidrien fue otra historia.

    Sentía que él era su hijo, aún si solo era su nieto, ella y Kay le habían criado desde los seis y mucho antes le habían pedido a Hayden que se viniera para Ahrimán con el bebé. Si nadie la quería en Tarendiel, mucho menos al pobre de Eidrien que no tenía culpa de nada. Eso le hacía rabiar, porque Hayden le había decepcionado en esa parte. Valeria era esposa, pero por sobre todo era madre y jamás, por mucho que amara a Kay, le pondría a él por encima de sus hijos; aunque si de algo estaba segura era de que su esposo nunca le pediría eso, porque para él la familia era lo más importante y sus hijos su tesoro. Pero parece que su hija menor no había comprendido esa parte y aún siendo maltratada en Tarendiel, se atrevió a culpar a Eidrien de ello, a decir que no la aceptaban porque era muy molesto, porque lloraba mucho, porque se metía en las cabezas de los demás sin permiso, porque no le dejaba dormir, porque levantaba sombras sin más y rompía todo... Cuando oyó todas las excusas de por qué le dejaba con ellos se le rompió el corazón, no reconocía a su hija. ¿Qué le habían hecho en Tarendiel para que pensara así? Las décadas en el reino de las hadas le habían transformado y su dependencia a Edrin y la de él a su padre, era aterradora.

    Pero Eidrien era todo lo que decían y más, cierto, no era un niño tranquilo, pero ellos tampoco lo fueron a su edad; ninguno de sus hijos, ella aún podía recordar las travesuras de Arden y Kian, y ni hablar de la misma Hayden a quienes también tuvieron que perseguir miles de veces. Eidrien era solo un niño siendo un niño; pero su hija estaba ciega y aún al día de hoy, seguía estándolo.

    Valeria acarició uno de los cuadros con una sonrisa nostálgica. Él era el único de todos sus nietos que se había graduado en tantas cosas; de quien no se esperaba nada, quien decían era un inútil que no llegaría a ninguna parte, se había graduado con honores de todas y cada una de las especialidades en las que se había dedicado a estudiar. Él era su orgullo y no se cansaban de repetírselo, tendría miles de defectos, pero era su nieto, su hijo, lo amaba y siempre le apoyaría, jamás le diría que era un inútil: uno porque eso no se le dice a un hijo y dos porque Eidrien definitivamente no lo era. El chico era un genio, solo que se encontró un poco tarde con quien le hizo entrar en razón, porque hasta que conoció a Ciel se había pasado la vida siendo un matón, abusando de los demás y haciendo arder el mundo para que todos sufrieran su dolor. Ciel había cambiado eso, y era algo que agradecía y por eso le tenían como parte de la familia.

    —Val —Kay le sacó de sus pensamientos y secó la lágrima que se le había escapado, antes de voltearse y verle ahí parado junto a Hayden.

    —Tardaron en venir —dijo, dándole un mirada de reproche a su hija.

    —Ya le dije a papá que no hay nada que hablar, estoy de acuerdo en que Eidrien no puede con esto.

    —Tú estás de acuerdo en todo lo que te digan, ¿no? —le cuestionó molesta—. Con tal de recibir la aprobación de Brithiel que ya hace mucho todos notamos que no te dará, eres incluso capaz de echar a tu hijo al fuego.

Losing Game (Dark Angel VIII)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora