Capítulo XXII

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    Eidrien regresó al palacio con la cabeza hecha un nudo por lo que la oráculo había dicho, más porque también reconoció aquel nombre. ¿Sería en serio posible que la hermana de Ciel estuviera "viva"? Y no solo eso. ¿Por qué querían que él y Zéphyrin estuvieran juntos?

    Suspiró agotado y abrió la puerta de la habitación. Sus ojos se alzaron, haciendo que todo su cuerpo se detuviera ante la visión que se encontró. Zéphyrin estaba ahí, sentada sobre la cama con una de sus camisas puesta, leyendo un libro con atención. Sus ojos la recorrieron sin que pudiera evitarlo, corroborando una vez más lo mucho que ella le atraía.

    —Ah, Eid, ya volviste. —Sonrió, dejando el libro a un lado y corrió hasta abrazarle—. Te he extrañado, mentiroso —susurró en su oído antes de dejarle un cálido beso en la mejilla.

    Él le observó por instantes, sintiéndose extraño y sobre todo, culpable. Luego de aquella noche tan rara su relación no había empeorado, pero tampoco iba a mejor y no podía evitar seguir distanciado de ella, quien parecía haberse olvidado de lo sucedido aquel día. Su calidez le embriagaba, su cariño también y su forma tan bella de ser, no entendía cómo podía quererlo. Ya sabía que su físico no era lo único bello que había en esa chica, toda ella era un conjunto de cosas hermosas, unas que él no estaba apreciando y lo sabía.

    —¿Qué hacías? —Se separó sin poder corresponder a su cariño o palabras y caminó hasta cerca de la cama. Tomó el libro, leyó su título y frunció el ceño— ¿De dónde lo sacaste?

    —Ehmmm... Ese amigo tuyo, el de los ojos verdes y que es muy alto lo trajo —le respondió y Eidrien arqueó ambas cejas.

    —¿Nicholas estuvo aquí?

    Ella asintió. —Dijo que supo que estaba aprendiendo a leer y a escribir, y que ese era un buen libro, me dejó otros también.

    Eidrien volvió a mirarlo, lo había reconocido, era uno de los de Charles, lo que le incomodaba era que Nicholas se los hubiera llevado sin siquiera decirle nada a él.

    —¿Algún problema, Eid?

    —Ninguno —musitó, dejando el libro a un lado—. ¿Te ha gustado?

    Ella sonrió emocionada. —Sí, lo empecé esta tarde luego de que Nick se fue, es genial, además, casi todo se desarrolla aquí en el Mar sin Fin y...

    —Entiendo, sé de qué va, ya me lo leí —le interrumpió, no estaba de ánimos—. Voy a tomar un baño, deberías dormir, ya es tarde.

    Eidrien entró al cuarto de baño y ella se quedó estática por unos segundos, sintiéndose triste por su forma de actuar. Había tenido un día hermoso, Valeria le había dejado usar muchos de los recursos que tenía en su biblioteca y pasar la tarde con Nicholas le había sentado muy bien. No tenía amigos allí y poder conversar con alguien más le hizo feliz, más el comprobar otra vez que allí no había diferencias de géneros. Además, Nick le contó mucho sobre Ahrimán y sobre Eidrien, todas sus locuras y andanzas de años que llevaban juntos, cosas que él no le había contado.

    Suspiró con tristeza, metiéndose en la cama y sin ganas de leer más. Se acurrucó en la sábanas y sintió unas extrañas ganas de llorar. Todos esos días habían sido tranquilos, pero Eidrien seguía distante, parecía que no se daba cuenta, pero se pasaba más tiempo fuera del castillo que con ella. Rara vez hablaban, dormían en la misma cama pero ni siquiera la tocaba o le besaba como había hecho otras veces. Pensó que luego de cómo se había puesto la última noche, algo habría cambiado, parecía estar celoso, pero tarde supo que solo fue un arrebato sin significado. Él no sentía nada por ella, solo se había molestado porque le comparó con Astrel y por eso había actuado así.

Losing Game (Dark Angel VIII)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora