Nunca pensó que podría ser descubierto, menos que fuera por el más bobo de sus amigos al encontrar una de las revistas. Aunque tal vez aquel chico, si que lo sorprenda.
- ¿Qué condición?
- De que no me alejes de tí.
-💜-
[🔥] Temática omegaverse
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Caminaba hacia la casa de aquel chico que estuvo en su mente desde que había vuelto, no importaba el dolor de cabeza que sentía o que sus ojos pesaran por el sueño que quería invadirle. Realmente se arrepentía de haber tomado de más.
A la próxima le diría a Willy que lo noquee si es que volvía a tomar.
Pero ya no importaba, con resaca o sin resaca, él hablaría con el omega.
Ya estaba llegando a su casa, unas tres casas y estaría frente a su puerta, pero justo lo vió salir e iba a correr a saludarlo solo que el chico tenía puesta una gorra. Le extrañaba aquello, estaba nublado como para usar gorras.
~Síguelo.~
Su lobo había despertado, pero la idea le parecía tentadora, su amigo estaba siendo muy misterioso. Sin rechistar o molestarse en contestarle a su lobo, llamó un taxi y se subió, diciéndole que siga el coche de color morado.
El hombre no dijo nada, jóvenes, vivían en su película.
— ¿Crees que estemos haciendo bien? —decidió preguntar, en su mente, sin quitar la mirada del auto al frente.
~Esto podría verse como acoso, pero me intriga a dónde es que va con un gorro en un día nublado.~
Y si, pensaba lo mismo que su lobo después de todo. Pero no quería ser un espía con su amigo, se estaba arrepintiendo, él solo iba para hablar y aclarar sus dudas. Iba a hablar para que el taxista detenga el auto, pero vió como el auto morado se estacionaba frente a un edificio.
Conocía ese edificio y más por el nombre en grande desde arriba.
~Karma's, interesante.~
— Detenga el auto —pidió, sacando su billetera rápidamente y pagándole al conductor.
Salió del auto, sin antes decirle gracias y así el taxista se fue. El azabache ya había entrado al edificio y su lobo lo sentía un tanto inquieto.
Decidió entrar, llendo hacia la mujer que seguramente era la recepcionista. Está estaba con la mirada en la pantalla de la computadora, le aterraba un poco su expresión seria.
— Disculpe, señorita —llamó, viendo aquellos orbes olivo conectarse con los suyos. La mirada hizo que hasta su lobo agachara las orejas— ¿Conoce a Samuel De Luque?
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