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Ambos chicos avanzaban hacia donde estaba su amigo, por el mensaje que les envió el otro omega

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Ambos chicos avanzaban hacia donde estaba su amigo, por el mensaje que les envió el otro omega. Al estar frente a la puerta, el castaño entró primero seguido del azabache, el cual le sonrió a los otros dos presentes en la habitación.

— ¡Hola chavales! —saludó feliz, quien tenía aquel apoyador colgado en su otro hombro sano.

El castaño estaba serio, habían dejado sus planes para venir a ver a uno de sus amigos al hospital. No lo malinterpreten, estaba preocupado, pero su amigo estaba bien, no se estaba muriendo en alguna cirugía.

— Bien, se le ve feliz, ¿nos vamos? —el de orbes amatista negó para soltar su mano, ganándose un leve puchero del alfa.

— ¿Cómo es que estás en el hospital? —preguntó mienta se acercaba para quedar al lado de su otro amigo, el cual se mantenía serio.

El de orbes dorados sonrió nervioso— No te gustará oírlo... —alzó una ceja mientras se cruzaba de brazos, el que estaba en la cama suspiró— Salté desde una ventana.

— Pero David.

— ¡Joder lo sé! ¡Muy estúpido! —evitó su mirada enojada, no quería ser regañado en esos momentos. Al menos no frente al lindo chico que parecía un ángel caído del cielo.

— Aunque siempre lo a sido —todos miraron al castaño que se mantenía en la puerta, este suspiró cansado al notar la mirada amatista sobre él y sabía a la perfección que esa mirada significaba: cierra la boca— bien, perdón.

El azabache miró al de ojos miel, quien miraba solo al de orbes zafiros quien miraba su celular en esos momentos— Fargan —el mencionado volvió a mirarlo— ¿Por qué saltaste de una ventana?

No sabía que responder, había apretado sus labios en una línea y eso notaba su amigo. Pero quería saber el motivo para que uno de sus mejores amigos no pensará bien y se deje llevar por sus impulsos, lo que tuvo como consecuencia que esté en el hospital.

— Eso no importa ahora —miró al más bajo, quien había guardado su celular— Yo solo puedo decirte que llegó a tu casa hecho un desastre y cuando le pedí el número de Rubén, su brazo empezó a doler. Por eso lo traje al hospital —lo tomó del brazo para así, prácticamente, jalarlo consigo hacia la salida— Quiero hablar contigo si no es mucho pedir.

Ambos alfas vieron como aquel par salía y cerraban la puerta. Se quedaron ahí, en silencio, uno intentando entender porqué se llevaba así a su amigo y el otro pensando en una manera de pedirle matrimonio a cierto omega el cual lo había salvado de su enojado amigo.

— Quiero que sea mi esposo —soltó con una sonrisa mirando hacia la puerta, el de orbes esmeralda lo miró sorprendido.

ミLustful secretミ RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora