Un mes.

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Ha pasado un mes desde que intentaron secuestrarme. Los culpables están tras las rejas e intento olvidar lo sucedido. Christian se negó a darme más información y decidí dejarlo por la paz.

En unos días renovaré mis votos con Christian y estoy muy feliz. No pienso dejarlo nunca más. Mis hijos necesitan a su padre y yo no podría vivir sin él.

Estoy en la sala esperando a Kate y Mía, quienes han estado ayudándome con los preparativos. Ted y Phoebe juegan sobre su alfombra de juegos en el suelo de madera y yo me dedico a observarlos embobada. Amo tanto a mis hijos. Estoy segura de que no hay nada que no haría por mis dos pequeños.

Christian este mes ha estado más controlador y sobreprotector que de costumbre. Hay dos guardias de seguridad en cada entrada a la casa, la verja tiene un nuevo sistema de seguridad diseñado por la empresa de Christian especialmente para nosotros. Necesita de un código y además colocar el dedo pulgar sobre un captahuellas con un láser experimental que al parecer no tiene margen de error. Además, si alguien intenta acceder sin pasar los controles se activa una alarma en el cuarto de control donde siempre hay alrededor de ocho personas más de seguridad. Christian no quiso decirme qué hizo con las paredes que rodean la propiedad, sólo me aclaró que podemos acercarnos a ellas sin peligro alguno. Temía que estuviesen electrificadas.

Por las noches, si alguno de nuestros bebés llora o se queja y Christian lo escucha por el monitor, lo cual siempre ocurre, corre a su habitación para asegurarse que todo esté bien. Aunque no tocamos el tema porque siempre lo evade, sé que tiene miedo de perdernos. Vio amenazadas a las personas que más ama y no podrá olvidarlo tan fácilmente.

-¡Ana! -Chilla Mía, trayéndome de regreso a la realidad. Le sonrío y me pongo de pie para saludarla. Nuestra relación ha mejorado bastante, aunque aún a veces me recuerda que si vuelvo a dejar a su hermano, a dónde sea que vaya, ella me encontrará.

Luego de abrazarme se agacha junto a Ted y Phoebe para saludarlos. Son su adoración. Puede estar horas jugando junto a ellos sin agotarse o quejarse.

-Hola Steele. -Kate me abraza y nos sentamos en el sofá -¿Cómo van las cosas con el Sr. Sobreprotector?

Suspiro y le doy un golpe suave en el hombro -¡Kate! -Ríe mientras se encoje de hombros -Entiendo su miedo de perdernos, aunque comienzo a sentirme asfixiada, ¡No me deja ir sola a ningún lado!

-Ana. -El suave murmuro de Christian me sobresalta ¿Escuchó lo que dije? Me volteo para mirarlo y el dolor en sus ojos me deja saber que sí oyó mis palabras -¿Podemos hablar? -Me levanto y tomo su mano. Nos dirigimos a su despacho. Se sienta en su silla y yo ocupo el asiento del otro lado del escritorio.

-No me refería a que me estás asfixiando. -Me apresuro a decir con voz suave -Es sólo que me gustaría tener un poco más de libertad.

-Ana, necesito saber que tú y mis hijos están a salvo. Si algo les sucede... -Su voz se apaga y pasa una de sus manos sobre su rostro.

-Nada nos sucederá. ¿De verdad es necesario tener cuatro guardaespaldas en el centro comercial? ¡No soy la reina de Inglaterra!

-Eres mi reina de ojos azules. -Dice sin más, derritiéndome. ¿Cómo puede ser tan dulce y exasperante a la vez? -No quiero que te sientas asfixiada a mi lado y decidas marcharte.

-Jamás me iré, Christian. Debes comprenderlo. No me siento asfixiada a tu lado, es sólo que desde lo que sucedió... -Su mandíbula se tensa y decido cerrar el tema rápidamente -...No estoy sola con mis hijos en ningún momento. ¿Por qué tenemos personal de seguridad dentro de la casa? Ya no se siente como un hogar. Me incomoda estar jugando con los niños mientras hay alguien con sus ojos fijos en nosotros. Los momentos dejan de ser íntimos, familiares. -Confieso.

Cincuenta Secretos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora