👑 Capítulo XXI 👑

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—¡Dan! —un muy emocionado ceniciento abrió la reja y fue directo a sus brazos, tirándolo por la fuerza y el pie lastimado de quien lo recibió gustoso. La bicicleta también cayó al no ser sostenida por nadie.

Ese abrazo hizo olvidar a Daniel el dolor en las palmas de sus manos, de sus brazos y el de su pie izquierdo. Lo había extrañado tanto.

—¿Cómo estás, Aiden?

Esperaba que su voz haya sonado natural, porque apenas podía respirar por el peso del chico encima suyo y esas pequeñas inhalaciones las ocupaba para disfrutar el aroma de ese mismo chico.

—Muy feliz de que hayas venido. —de ser posible Aiden se subió más en Daniel, y al moverse golpeó el pie herido del chico debajo suyo quien no pudo evitar dejar salir de sus labios una escandalosa queja, el dolor había regresado en el sistema de Daniel. —¿Te lastimé?

Aiden, angustiado en seguida se levantó y fue ahí donde se dio cuenta de que su amigo aún vestía el uniforme escolar y que el pantalón estaba algo rasgado de las rodillas, y el zapato izquierdo que usaba Daniel estaba algo deforme. Definitivamente concluyó que Daniel habría caído de alguna forma.

—¿Pero qué te pasó? ¡Apenas me doy cuenta que parece que te aplastó un auto!
—Hola, 'auto'. —refiriéndose a Aiden, quien seguía confundido. —Bueno, casi pasa eso pero estoy bien.

El chico castaño le ayudó a ponerse de pie con cuidado y lo recargó en su costado derecho para ayudarle a caminar dentro de la casa. Y pidió a los hombres de seguridad resguardar la bicicleta.

—Vamos poco a poco, Dan. ¿Podrás llegar a la sala? Está hasta el fondo.
—Anduve la mitad del camino para acá así, creo poder resistir llegar a la sala, tranquilo.

Al llegar le ayudó a recostarse en el sofá más grande y fue de inmediato por un botiquín, eso sí, advirtiéndole que ni se le ocurriera ponerse de pie.

—Ahora, tendré que quitarte el zapato.

Dejó el botiquín en la mesa de centro y fue al sofá a sentarse para quitarle el calzado, no recibió protesta por parte de Daniel puesto que se encontraba fascinado de las atenciones del castaño. Aiden sin prisa quitó el calzado y el calcetín del pie de Dan.

Tan pronto empezó a pensar que le gustaba Aiden y ya su cercanía y atención le parecían embriagadoras. Al notar sus pensamientos se tapó el rostro de vergüenza.

—¿Te dolió? —preguntó el 'enfermero' alarmado.
—No... Tranquilo.

Los próximos minutos transcurrieron mientras Aiden limpiaba y desinfectaba la zona más raspada. Daniel no podía quitarle la vista de encima.

—Te ves radiante, Aiden... Te ves más feliz, completo.

El comentario lo descolocó un poco, pero solo un momento. Procedió a aplicar ungüento para desinflamar.

—Es gracias a ti, he de admitir. Estuve pensando mucho lo que me dijiste la última vez que nos vimos y entendí que jamas debería permitir que alguien pase por encima mío. ¡No sabes cuánto extrañaba sentirme vivo, sentir que soy una persona de verdad y no un despojo de algo!

El chico del pie herido no podía estar más fascinado de ver al castaño tan feliz, el cual le contó toda la disputa verbal y física que había llevado hasta entonces con quienes eran sus verdugos y el paso que pensaba dar a continuación.

—El licenciado Sáenz vendrá en seguida para asesorarme en esta situación y poder salir victorioso en ella.
—No sabes lo orgulloso que me siento de ti; haz estado luchando de forma incansable, y tú solo. Espero de verdad que todo salga a tu favor.
—Creo que con solo decirte gracias no será suficiente, Dan. Pero por ahora es lo más que puedo hacer. ¿Y tú cómo estás?
—Fuera de lo del pie todo bien. Aunque las clases son muy diferentes sin ti. ¿Vas a regresar?

Esa pregunta le hizo pensar que no había reparado en eso, pero suponía que la repuesta debía ser similar a la que le dio a Emma con anterioridad.

—Me gustaría mucho, pero no sé si pueda ahora. Tengo tanto qué arreglar y no sé si pueda con ambas cosas. Pero si me gustaría.
—Sabes que te estaré esperando, ¿Verdad?
—Lo sé, Dan.

Todo el rato no habían dejado de verse a los ojos, y Aiden sin darse cuenta estaba acercándose cada vez más al rostro del otro chico, hasta que la distancia fue atravesada por Daniel, empezando un beso suave y temeroso.

Beso que no pensó que Aiden podría responder pero se llevó una gran sorpresa cuando el castaño se subió en su estómago para estar más cómodo.

No Soy Cenicienta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora