👑 Capítulo V 👑

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—¡Al fin, Rebecca! ¿No te lo dije? ¡Mi Emmanuelle es todo un hombre!
—Así es. Jamás dude, Arthur.
—Dime, hijo: ¿Quién es ella? ¿Es hermosa, encantadora..? ¡Apuesto a que es toda una niña bien!
—Ah, sí... Sí.
—Eso merece un brindis, ¡Le pediré a Agatha que sirva champagne y jugo para Emmanuelle!
—¿Jugo para mi hijo? ¡Él ya es un hombre, Rebecca! Él también puede beber champagne.
—Siempre será mi bebé. Más les vale aceptarlo. ¡Jugo para él y se acabó!

Entonces la dama se retiró por el pedido.

—Ahora que estamos solos, dime: ¿Cómo es? ¿Cómo la conociste?
—Pues es linda... ¡Todo un amor de persona, si supieras! Y la conocí en la escuela.
—No me estarás mintiendo... ¿Cierto?
—¡Qué va! Lo que es más... Me gustaría que la conocieras.
—¡Perfecto! ¡Esa es la actitud!
—Sí. Además, creo mamá la invitará a cenar en cualquier momento. Esa será la ocasión.
—Lo estaba pensando, y ahora con ésta noticia lo he decidido. Sabes que se acerca tu cumpleaños y me habías solicitado poder hacer una fiesta aquí en la casa y te dije lo pensaría, ¡Pues no hay más que pensar, tienes el permiso de hacerla!
—¿En verdad? ¡Muchísimas gracias, papá!
—¿Se puede saber por qué agradeces con tanta énfasis a tu padre? Es decir, tal vez tengamos que brindar un par de veces.
—¡Papá me ha dado permiso de hacer la fiesta que le pedí!
—¿Ah, sí? Arthur, ¿Ya le dijiste?
—¿Decirme, qué?
—Lo había olvidado... Hijo, perdónanos en verdad, pero justo tu madre y yo saldremos dentro de poco del país. Ya sabes, asuntos de la empresa y sus bases en los demás lugares.

Entonces con esa explicación, Emmanuelle suspiró tratando de calmarse.
Justo en ese momento llegaba Agatha con las copas, una botella de champagne y jugo natural recién hecho.

—Bueno... Brindemos, familia.
—¿Saben? No estoy de ánimo para jugo u otra cosa. Con permiso.
—¡Pero, hijo..!
—Déjalo, Rebecca. Debe entender que tener este estilo de vida requiere sacrificios.
—Lo hemos descuidado mucho...

Comentó la mujer con pesar.

—Un hombre debe formarse a sí mismo. Recuerda eso, Rebecca y deja de tenerle lástima a tu hijo.

**

—Qué mala onda por ellos, Emma. Pero no te preocupes, ¡Te han dejado hacer la fiesta! —decía Victor al otro lado del teléfono.
—Ya lo sé, Victor... Pero no me vas a decir que no sientes lo que yo cuando tus padres salen del país y encima en una fecha importante.
—¡Claro que sé lo que se siente! No lo niego, pero de un tiempo para acá, trato de no darle tanta importancia. Sólo espero el día en que nos larguemos a la universidad y estar mil años luz lejos de ellos.
—¡La buena vida, hermano! ¡Por fin podré ser libre..! Ser yo mismo.
—¡Exacto! Por fin podremos vivir en serio. ¡Pero dime! ¿Cuándo salen de viaje?
—¡Ya lo estaba olvidando y lo vuelves a decir!
—¡Claro que si! Piensa, en cuanto ellos se vayan los invitados llegarán. Sería un golpe bajo para ellos... Creo.
—¿De dónde sacas todas esas ideas locas?
—¡Me levanto temprano, sólo eso!
—Ya. Ahora entiendo el por qué de tus espantosas ojeras.
—Soy hermoso y me tienes envidia, ¡Eso es lo que pasa!
—Já, claro. Pero, "hermosura" la cosa es que no tengo ni idea de cuándo saldrán del país.
—No trates de hacerme sentir bien mintiendo, soy muy sensible.
—¿Sí escuchaste lo que te dije, al menos?
—Sí. ¡No me dejas saborear el momento, te pasas! Pues ellos en cualquier momento te dirán, pero, mientras debemos preparar todo.
—¿Vas a estar con tus narices metidas en todos los preparativos?
—¡Por supuesto que si! Y veras que gracias a mi, será la fiesta de la década. ¡Que te lo digo yo! Tengo varias ideas que son geniales, pero no pienso hablar de ellas por teléfono.
—Ya me imagino tus ideas... ¡Va a ser una locura total!
—¡Claro que si! Puede ser lo mejor o lo peor que nos haya pasado...
—¡Pero si lo peor fue conocerte!
—Al contrario. ¡Sin mi estarías perdido en este mundo tan... Mundial!
—¡Eres tan elocuente! Mejor hablamos en persona, es mejor que descanses antes de que algo te pase.
—Gracioso, eh.
—Ya. Hablamos el lunes.

×××

—¡¿Y bien?! —los chicos el lunes, en el descanso llevaban un rato hablando. Bueno, Emmanuelle estaba esperando impaciente que Victor dijera algo, pues éste estaba ido. —¡Ya di algo, por favor!
—¡Ahh, bueno ya, está bien! No me dejas pensar.
—Se supone que ya tenías varias ideas.
—Pues pensé en que fuera una fiesta temática. Así no sería tan sosa.
—¿Y luego?
—Ah, no. Ya es todo.
—Eso me lo pudiste haber dicho por teléfono, ¿Sabías, cabezón?
—¡Bueno, ya! Nunca lleno tus expectativas.
—No sufras. Al menos me diste una idea...
—¡Dime!
—No será una fiesta cualquiera... No señor.

No Soy Cenicienta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora