👑 Capítulo XXIII 👑

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Pasaron un par de días desde aquél suceso y no dejaba de darle vueltas, era cierto que las cosas habían pasado de forma un tanto espontánea pero también le angustiaba que las cosas cambiaran con Daniel. Esperaba que no.

El timbre que comunicaba a los guardias de seguridad con la casa lo regresó a la realidad.

Sin embargo, tenía cosas de mayor fuerza que tratar en esos momentos.

—El licenciado Sáenz ha venido a verlo, joven.
—Déjenlo pasar, por favor. —respondió desde el comunicador y segundos después la puerta de la casa fue la que sonó al licenciado tocarla. Esta vez abrió de forma personal.

—Buenas tardes, licenciado. Me da gusto que haya podido venir.
—Qué gusto me da verte, muchacho. La última vez que te vi fue en el velorio de tu padre.
—Sí, ya pasó algo de tiempo...
—La señorita Villa ñme ha dicho que necesitas ayuda.
-Así es, por favor pase a la sala para que le explique.

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—No sé en dónde han estado los ultimos días desde que los enfrenté ni lo que estén haciendo pero temo que estén sacando todo de las cuentas de banco para poder largarse...
—Respira, Aiden. Que yo te voy a ayudar, no sólo por la amistad que tenía con tu padre, sino por hacer lo correcto. Sobre los honorarios descuida, todo corre por mi cuenta.
—No sabe cuánto le agradezco.
—Mi pago estará cubierto al ver que lo que te pertenece regrese a ti. Lo que es claro que hay que hacer en primera instancia es pedir el testamento de tu padre al Archivo General de Notarías, esto para corroborar las cláusulas puestas por tu padre en dicho documento. Cuéntame una cosa Aiden, ¿cuando es que se inició la sucesión de tu padre?
—¿La qué? ...
—Así se le llama cuando se lee el testamento, de alguna forma, y entonces los bienes que poseía tu padre pasan a la propiedad de otros, en este caso a ti, tras un largo proceso.
—Bueno... No tengo conocimiento de ello, si es que se llevó a cabo o no. Trinidad lo único que dijo es que todo había quedado a nombre de ella; la empresa, las cuentas bancarias y la casa; esta casa.
—Antes de otra cosa Aiden y disculpa mi pregunta: ¿Cuánto tiempo llevas solo en esta casa?
—Emm, no lo sé. Alrededor de dos días si mis cuentas no me fallan. ¿Por qué?
—Al morir tu padre, su viuda se volvió tu tutora, y temo que quiera aprovechar eso para repudiar en tu nombre lo que te toca de herencia. Así que, si me lo permites creo que es necesario realizar un escrito donde manifiestes con tu puño y letra que no es tu deseo deshacerte de lo que te haya dejado tu padre. ¿Me explico? Mismo que debes firmar para que yo pueda llevarlo ante el juez y detener lo que ella quiere hacer. No te preocupes, te diré lo que puedes escribir.
—Claro, licenciado. Iré entonces por lo necesario.

Tras un rato elaborando el escrito al fin pudo firmarlo y le entregó la hoja al licenciado quien sin más preámbulo se despidió.

Sin más, el licenciado fue en dirección a su auto estacionado al frente de la enorme casa, los policías abrieron la reja y así es que el vehículo pudo salir y desaparecer entre las calles en dirección a donde sea que haya dicho antes.

Aiden cerró la entrada principal de la casa y fue de regreso a la sala, admirando todo tan vacío a su alrededor, pero a pesar de lo aparentemente desolado se sentía paz y una tranquilidad que llevaba mucho sin sentir.

Es cierto que habían pasado algunos días desde que Trinidad y sus hijos salieron de la mansión pero todo el asunto financiero y la incertidumbre por la herencia de su padre es lo que le había mantenido con insomnio en todas esas noches.

Al llegar a la sala lo que hizo solamente fue recostarse en el sillón más grande, se acomodó lo mejor que pudo y sin pensarlo se quedó dormido el resto de la tarde.
Al despertar se percató de que por las ventanas de la casa entraba la luz de la puesta de sol añadiendo calidez y todo eso se sentía bien pues por fin se sentía descansado.

No sabía qué pasaría después, sin embargo, lo que si sabía era que iba a pelear hasta el final.

No Soy Cenicienta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora