Pudo haberlo eliminado, pudo haberlo dejado tirado en la calle, habían cientos de formas de deshacerse de él... Pero eligió la más rara y loca que se le pudo ocurrir.
El odio que la invadía no encontraba explicación dentro de sí, simplemente era algo que le salía por impulso sin poderlo controlar y cuando Aiden mostraba cualquiera de sus virtudes, cualquier ápice de humanidad, eso encendía un fuego dentro de ella que la hacía explotar.
Estaba tomando té, sentada en la cocina del departamento que rentaba tras haber salido de la casa Libera.
Los gemelos estaban en la escuela, por lo cual había tranquilidad y tal vez por eso es que estaba pensando de más en lo que hizo con ese mocoso pero no podía arrepentiste pues al deshacerse del único heredero de toda la fortuna sus hijos tendrían su futuro asegurado e iba a defender dicho futuro con todos los recursos que tuviera aún si estos eran terribles, era su deber como madre.
Su vida había sido fácil realmente: nacida de una familia de origen italiano, dedicados a la fabricación de ropa, sus abuelos llegaron a México a formar un imperio pero solamente pudieron crear una fábrica mediana. Estudió diseño de modas hasta el segundo semestre de la universidad con la idea de ayudar a la fabrica a crecer, pero la dejó para casarse con su primer esposo; Damián Betancourt, heredero del imperio banquero más grande del país pero le fue arrebatado pocos años después, quedando sola con sus dos pequeños hijos.
La familia de su marido jamás la aceptó, por lo cual se encargaron de dejarla desamparada y pudo sobrevivir con el poco dinero que tenía guardado y vender su casa soñada en lomas de Chapultepec, compró un departamento modesto y creyó que también tendría que venderlo cuando se le acabó el dinero... Pero fue justo cuando lo conoció a él.Carlos Libera Amescua, dueño de un emporio de tecnología y comunicaciones, apareció como su salvador, es cierto que era mayor para ella pero cómo no atraparlo estando ya viudo y con cuentas bancarias repletas de dinero. Él era su salvación.
Seducirlo fue realmente sencillo, y entonces cuando menos lo pensó ya estaba casada con él y viviendo en una mansión que parecía castillo pero entonces fue cuando Carlos le hizo ver que no pensaba dejarles nada a sus gemelos ya que según sus palabras estando en vida fueron: "no son mis hijos, no tengo responsabilidad para con ellos y si acaso les he de dar algo será su educación universitaria".Tuvo que tragarse sus palabras queriendo maldecirlo en ese mismo instante y sobre todo reprimir las ganas que tenía de sacarle los ojos.
Pero no, no iba a actuar de forma impulsiva, después de todo era una dama. Todo lo que había hecho no lo había hecho para simplemente obtener nada.
Resistió poco más de un año casada, tratando de desviar los mayores fondos posibles a sus cuentas bancarias personales, pero no era suficiente para ella la cantidad que había acumulado; ella quería todo.
Una noche, simplemente hizo lo que tenia que hacer...
Sus pensamientos fueron interrumpidos al sonar su celular indicando una llamada entrante.
—Trinidad Banetto al habla.
—Buenas tardes señora, soy Luis del calamity, solamente para confirmar su reservación de este fin de semana.
—Sí pero sabe ya no quiero reservar solamente la zona exclusiva ahora quiero reservar todo el lugar.
—Claro, solamente habría una diferencia de cien mil pesos que tendría que cubrir a más tardar mañana.
—Por eso no hay problema. Lo voy a cubrir hoy mismo.
—En ese caso le he de enviar por mensaje los detalles de su reservación. ¡Que tenga buen..!Y Trinidad colgó la llamada.
Casi había olvidado la fiesta de los gemelos, estaba decidida a tirar la casa por la ventana ya que después de todo sus hijos solamente cumplirán 18 años una sola vez en la vida.Eso le hacía recordar, y si no recordaba mal, que Aiden estaría por cumplir 18 muy pronto también...
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No Soy Cenicienta. ©
Teen FictionSu padre había muerto, al igual que su madre y él se había quedado completamente solo a merced de su madrastra y sus hijos gemelos. Despojado de todo lo que le pertenecía, desterrado al ático con los ratones y humillado en su propia casa: había per...