👑 Capítulo XVII 👑

74 10 0
                                    

—¡Pero es que yo lo mato!

La voz de Marcelo gritando, fue la forma de anunciarse al llegar a la casa, sus gritos de cólera lograba escucharlos hasta el ático donde todavía me encontraba.

—¡¿Dónde estás Aiden?! ¡¡Da la cara!!

Trinidad y Mauricio solo le seguían el paso al juzgar el sonido de los pasos, no sabía si trataban de que Marcelo entrara en razón o para colaborar con lo que parecía ser mi proceso de enjuiciamiento. Guardé la carta de mamá de forma segura y me dispuse a bajar.
Si ya había enfrentado a Trinidad y le había también dejado las cosas en claro, también debía hacerlo con el par de gemelos.

Pero sobre todo debía ponerle un alto a Marcelo, quien parecía que desde siempre quería hacerme sentir mal, hacerme menos y quien evidentemente quería mi cabeza en una bandeja de plata.

Bajé lo más centrado posible, aunque estaba dispuesto a ponerles un alto no pretendía que todo esto fuera un escándalo. Los encontré a los tres revisando habitación por habitación en toda la casa.
Nos encontramos frente a frente al momento en el que salían de una recámara e iban al pasillo.
Marcelo lleno de rabia fue directo a mi, extendiendo sus manos a mi dirección y empujando todo su peso a mi. Ambos caímos, y mientras Trinidad y Mauricio se dedicaban a ver la escena en primera fila, el otro gemelo estaba tratando de golpearme la cara, y yo trataba de evitar los golpes.

—¡¡Cómo te has atrevido a dirigirte de esa forma a mi madre, a la señora de esta casa!! ¡Encima aprovecharte de nuestra ausencia para amenazarla! Pero escúchame bien, idiota; ¡No lo pienso permitir!
—¡Yo tampoco voy a permitir más sus abusos conmigo!

Está vez yo logré tirarlo de espaldas y subirme encima de él. Mauricio trataba de quitarme de encima de su hermano sin éxito, al parecer mi enojo era el suficiente para no moverme de ahí.
Tomé a Marcelo del cuello de la camisa que llevaba puesta, con toda la fuerza que mi cuerpo encontró en ese momento.

—¡Estuve todo este tiempo soportando que me tuvieran de servidumbre, que gastaran a más no poder el dinero de mi padre, y que deshonraran su memoria siguiendo aquí! ¡Escúchame tú a mi; No más! ¡Quién ya no va a tolerar más soy yo!
—¡Mauricio ya quitalo de encima de tu hermano!

Fue ahí cuando Mauricio logró quitarme de Marcelo, y Trinidad a su vez fue a tratar de contener a su hijo.

—¡Te vas a arrepentir de esto, imbecil! ¡Vas a ver que si!
—¡He lamentado cada segundo que han estado en mi casa, desde el momento en el que llegaron! Y más vale que se preparen, porque pronto ya no podrán hacerlo más, ya no podrán estar aquí, ya no van a tirar un peso más a la basura. ¡Se acabó! ¡De eso me encargo yo! ¡Y ya sueltame, gorila!

Mauricio sin decir nada, soltó su agarre y me dejó ir.
Ante el abrupto silencio me abrí pasó entre ellos en dirección a cerrar con llave el ático, no iba a arriesgarme a que buscaran algo entre mis cosas y después me encerraría en la habitación que ocupaba de manera provisional.

Si alguna vez, alguien me hubiera dicho que viviría todo esto y que encontraría las fuerzas de hacerle frente lo habría tomado por loco.

Pero ahora puedo decir que el defender lo que es mío, me hace sentir en cierta forma bien.

No Soy Cenicienta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora