—¿Pero qué haces aquí?
Fue lo único que Raquel pudo decir al ver quien la visitaba en su residencia.
—Vaya forma de recibir a un invitado, ¿Puedo pasar?
Le hizo espacio en la puerta para que pasara y cerró la puerta mientras el inesperado invitado se dirigió a sentarse a la sala.
—Antes de que digas algo quiero ser yo quien te diga que estoy enterada de todo lo que has hecho, Emmanuelle. Y aunque me emociona que quieras hacer las pases con Aiden...
—Vaya que eres veloz. ¿Él te contó TODO?
—Soy su mejor amiga, es lógico.
—Bueno, disculpame pero no vine a saber cuál es tu opinión sobre mi. En realidad... Vine para pedirte ayuda.
—Quieres acercarte a Aiden, ¿Cierto?
—Parece que hasta eres bruja o lees mi mente.
—Tengo intuición, soy mujer y no estarías aquí por alguna otra razón.
—¿Y entonces ya que lo sabes todo me vas a ayudar?
—Francamente he pesando y...
—¡Por favor, ayúdame! ¡Estoy desesperado!
—No, discúlpame Emmanuelle pero no puedo. Si quieres realmente hacer las pases con Aiden debes ser tú mismo quien lo haga y quien piense cómo hacerlo además. No digo que le hayas hecho un daño irreparable o algo por el estilo, sino que depende de ti solamente.
—Creí que tú querías ver a Aiden feliz.
—Claro que quiero, pero como ya te dije: tú lo arruinaste y tú mismo debes solucionarlo. No quiero ser desagradable, solo considero que es cosa de dos, no de tres o cuatro.°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
Poco después de que Trinidad saliera de la oficina del juez, despidiera a su abogado, y arrancara furiosa su camioneta en dirección a su hotel, alguien más llegaba a la oficina de su señoría.
Tenía un aire muy diferente al de la mujer; tenía la misma seguridad en su andar pero no tenía soberbia equiparable. Tocó la puerta y tras escuchar que podía pasar se adentró a la oficina.
—Buenas tardes, Señoría.
—Sí, dígame licenciado...
—Licenciado Sáenz. Me disculpo por venir sin cita pero el tema del que tengo que hablarle es urgente.
—No pensaba recibir a alguien ya a estas horas.
—Por favor, Señoría. Le reitero que es urgente.
—Bien. Tome asiento.Ambos hombres tomaron asiento uno frente al otro.
—Vengo en nombre de mi representado, el C. Aiden Libera, respecto de la sucesión testamentaria del ya fallecido C. Carlos Libera. Entiendo que alguien ha intentado repudiar la herencia del de cujus por parte de mi representado, y por ello es que se originó una controversia y el caso ha llegado a este H. Tribunal.
—Así es, licenciado Sáenz. Me ha sido remitido desde la Notaría Pública del Doctor Liseaga.
—Sí, lo conozco. Ahora, lo que he venido a hacer, además de expresarle gratitud por no dejarse corromper por alguien que está muy interesada en hacerle daño a mi cliente, es a presentar el escrito que deja asentado que el C. Aiden Libera no desea repudiar la porción que le llegase a corresponder de la masa hereditaria.
—El escrito lo puede dejar con mi secretaria en turno sin ningún problema. Y no tiene que agradecer, solo hago mi trabajo apegado a la justicia, aunque me alegra que sea notado por alguien, he de decir. Respecto al escrito en tanto me lo entregue mi secretaria giraré el acuerdo correspondiente para proceder con la sucesión. Sabe por qué medios puede consultar las notificaciones, sin embargo, no olvide haber dejado asentado en su escrito domicilio del C. Aiden, el suyo mismo y demás medios seguros donde puedan ser notificados de forma personal, para que nadie más desee intervenir.
—Claro que si, señoría.
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No Soy Cenicienta. ©
Novela JuvenilSu padre había muerto, al igual que su madre y él se había quedado completamente solo a merced de su madrastra y sus hijos gemelos. Despojado de todo lo que le pertenecía, desterrado al ático con los ratones y humillado en su propia casa: había per...