👑 Capítulo XXVIII 👑

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—Ya, Laura. ¿Vas a seguir reprochándome que salí con esa Carolina una vez? Tú sabias que fue por ayudar a Emmanuelle, lo hice por un amigo y creí que lo entendías: yo fui a esa cita sin ningún propósito más que ayudar a mi amigo y estuve pensando en ti siempre.

Tanto que había pasado y Laura le seguía sacando esa cita a colación en cada momento incómodo que tenían, por más minúsculo que fuera.
Ambos estaban en la recámara de la chica, en su casa por que supuestamente iban a tener una tarde de series, pero al parecer ese plan quedó descartado.

—Pues no estoy segura, mejor dime si has salido con ella otra vez.
—No, ya es suficiente. No puedo continuar con esto.
—¡No estás por decirme que nos demos un tiempo, eh! ¡Por que te quedas sin bolas!
—No, no te voy a pedir que me des un tiempo; quiero terminar.
—¡¿Qué dices?! Es una broma, verdad. Emmanuelle te dijo que me jugaras una broma.
—No, esta decisión es mía. Es que ya me cansé de que me saques el tema de Carolina cuando no tiene caso, y ya no me gusta la forma tan brusca en la que me tratas.

La chica se levantó del sillón en el que estaba sentada y caminó alrededor de Víctor apuntando con su dedo a la dirección de su novio, o ex novio, en todo momento mientras daba vueltas a su alrededor.

—¡Esto es por ella, cierto!
—Ya te dije que no...
—¡No me refiero a la tonta de Carolina, sino a la resbalosa de Raquel Rentería! ¡Debi suponerlo cuando según te acercaste a ella para saber sobre la cenicienta hombre, el raro de Aiden!
—¿Ves? ¿Te das cuenta de lo que dices acaso? ¡Justo por estas cosas sin sentido quiero terminar todo!
—¡Pues no lo tolero, no lo voy a permitir!
—Perdóname, pero no te estoy preguntando. Ya tomé la decisión y te pido respetarla.

Víctor comenzó a caminar en dirección a la puerta para salir.

—¡Atrévete a salir de esta habitación y jamás vuelves a saber de mi!
—No es mi intención pero ya no puedo seguir así, lo siento...

Y tras esas palabras Víctor salió por completo de la habitación y se apresuró para salir de la casa, subirse a su carro e irse de ahí. Por su parte, Laura se quedó desecha y no pudo más que llorar lo que quedó de la noche.

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Precisamente a eso de la media noche, los guardias de la casa Libera dieron el acceso a la dama que tenía un aura enturbiada, hasta peligrosa pero sobre todo trataba de moverse con sigilo.

Se acercó a la puerta de la mansión y con su propia llave abrió con mucho cuidado, tratando de hacer el menor ruido posible.

Lo que nadie notó, ni siquiera los mismos guardias, fueron al par de hombres que accedieron a la casa por la puerta de atrás, la del servicio, después de que la dama cruzara toda la casa y ella misma les abriera.

Las tres personas dentro ya de la mansión se dirigieron a la recámara que sabía ella Aiden ocupaba.

No hubo ningún sonido que lo pudiera despertar, mucho menos advertencia alguna.

Aiden simplemente despertó de forma abrupta al sentir que le tapaban la boca y la nariz con un pañuelo húmedo. Aterrado vio el rostro de su atacante; Trinidad y sosteniendo sus manos y pies, para evitar poner resistencia, dos tipos con la cara cubierta, al menos eso notó con la poca luz de luna que entraba a la casa.

No pudo evitar voltear a ver a la autora del ataque con terror, y eso le causó un gran placer a la misma.

—Ahora si me las vas a pagar todas, mocoso idiota.

Fue lo último que escuchó de Trinidad antes de ceder a la inconsciencia provocada por la sustancia que tenía el pañuelo... Todo se volvió oscuro.

No Soy Cenicienta. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora