Capítulo 19: La conexión

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Sin duda soy yo un bosque y una noche de árboles oscuros: sin embargo, quien no tenga miedo de mi oscuridad encontrará también taludes de rosas debajo de mis cipreses.

— Friedrich Nietzsche.

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Donovan Pierce 

Los sentimientos de los humanos tienen límites y condiciones. Constantemente buscan lo mutuo, la recompensa y aceptación. Para muchos es un privilegio sentir, pero en este reino, los sentimientos de los linajes malditos son condenas y tormentos. Los demonios se obsesionan, y la oscuridad te seduce para entregarte a la muerte. Sin embargo, cuando un misterio nace, el límite de lo imposible desaparece, cediendo el paso a lo que nunca se ha vivido. 

Por el bien de la galaxia espero estar equivocado, porque de ser cierto lo que soñé, se desatará el verdadero apocalipsis en la tierra. Detendré esta maldita venganza, a varios no les gustará mi proceder, pero se tendrán que aguantar. Acá el monarca soy yo, y quién no quiera obedecer, que me enfrente. 

Avanzo mientras la hija del caos es llevada al palacio por los brujos. Su sangre impregna mis ropas, el cobarde que la apuñaló cometió el peor error de su vida, y es que cuando ella despierte estará incontrolable. La energía del líquido carmesí no es solo caos, sino también luz. Dejándome claro que las puñaladas en el vientre no fueron casualidad. 

Gehenna se encarga de detener a los ejércitos que luchaban, el consejero real quedo inconsciente por tener la osadía de encararme, y los hijos de Nix Angelis corren en dirección a su madre soltando rugidos y aullidos de tristeza.  

— ¡Los infernales de Draco regresen al reino de inmediato! — ordeno con furia — ¡Los que pertenecían a Fotía se quedan! — envío mis espectros en señal de imposición. 

Se miran unos a otros con incredulidad, la nieve esta bañada en sangre a pesar de los breves minutos que duro el enfrentamiento.

El odio es evidente en los Kratos, y empeora cuando los guerreros de Fotía se alejan. 

— Mi Rey ¿Por qué esta decisión? — Caín sale entre el gentío demacrado. 

— La Reina esta herida, y decidí levantar una tregua. Ya se enfrentaron a ella y demostraron no poder matarla, ahora tenemos un nuevo enemigo en común. En cuanto al resto, no daré más explicaciones. ¿Alguna otra duda? — pregunto paseando mi vista colérico. 

Los dos dragones rugen haciendo estremecer hasta al más valiente. 

Varios inclinan su cabeza, y el resto me mira con desconfianza. 

— Yo tengo una duda — habla un cabecilla entre el gentío, avanza dándose a conocer. — ¿Por qué los de Fotía debemos quedarnos? Nos gustaría saber. 

Me observan como si hubiera perdido la cabeza. 

— Porque sí, y ya está. Ahora dejen de joder, y síganme. ¡El resto se va de regreso! — determino. 

No pienso perder el tiempo «solo yo detengo una batalla con imponer una orden». 

Vigilo que los Dracos cumplan, varios no ocultan su descontento por interrumpir su matanza pero de retiran entre la nieve con sus bestias furiosas desapareciendo entre los árboles, cuando por fin siento su energía disminuir por completo continúo con mi cometido. Quedaron setenta Kratos que pertenecían a Fotía, y el otro ejército yace abandonado sin el amparo de su reina. 

— ¡Ahora síganme! — ordeno a los infernales. 

Mis espectros los rodean para que no escapen. 

[...]

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