Capítulo 29: El caos que fui

402 46 42
                                    

Si hay un... un después, espero que no esté oscuro. Y espero que se pueda recordar. Odio la idea de vagar eternamente entre tinieblas, sin saber quién era o qué hacía, o incluso sin saber que había sido otra cosa distinta en otro tiempo.

— Stephen King.

•• <<────≪•◦⚜◦•≫────>> ••

Nix Angelis

Hace un tiempo prometí que no volvería a ser vulnerable ante nadie, que dicha palabra quedaría enterrada en el pasado junto a la familia que nunca me correspondió. Pero heme aquí, tragándome el amargo sabor de la decepción al fallarme a mí misma una vez más.

Se supone que el portal que abrí es una entrada al inframundo; espacio de dimensión espiritual donde por ley tengo un puesto como reina del caos, sin embargo, el recibimiento que estoy tendiendo me grita lo contrario. Escucho gritos cada vez más fuertes, el calor se vuelve insoportable, y un hedor a muerte inunda mis fosas nasales. La piel se me desgarra con el roce de piedras ardientes, mientras aquellas manos espantosas continúan arrastrándome al fondo, dónde no hay luz ni vida, dónde el agua no es más que una tenue tortura e ilusión, y la felicidad un recuerdo angustiante de vidas pasadas.

No tengo fuerzas para luchar, soy una gacela arrastrada por un león y el dolor no me deja actuar para defenderme, tan solo me concentro en la aterradora oscuridad que me sumerge en sus confines. Jamás me había sentido tan débil físicamente «como si estuviera siendo fragmentada célula por célula».

De pronto vienen a mi mente recuerdos repentinos de Sander Kratos y el desconocido atacándome, hicieron una jugada inesperada sin esforzarse. No sé qué hechizo me fue lanzado, tampoco qué decisión acabo de tomar por mera desesperación, sólo tengo claro que debo resistir y hacer esto por Fotía y Mongolia, pues las profecías me dejaron claro que son un blanco fácil mientras yo esté cerca.

La oscuridad del lugar se debilita con los destellos de fuego que alumbran el final del túnel en forma de cuerno... mis sentidos se intensifican originando que suelte un grito desgarrador, ya que trozos de carne se me despegan por el arrastre. Esas uñas filosas se incrustan en mis tobillos aumentando la velocidad mientras me rindo... «no puedo soportar tanto» La sangre me brota por diferentes partes dejando una mancha que evidencia por donde paso.

Por un momento veo los ojos azules de mi hijo, su cabello negro y sonrisa que nunca fueron, que nunca conocí.... luego imagino las caricias suaves y cálidas de los perros nórdicos... y, por último, aquella electricidad que me hace perder los estribos, acompañada por esa mirada oscura que tanta confusión me ha creado.

Los pensamientos se detienen, y todo empeora cuando soy lanzada a un abismo, dónde enormes llamas de fuego adornan una zona infinita y sin salida.

Mi cuerpo cae sobre el suelo de azufre quebrándome un montón de huesos en la acción. Quedo inmóvil... sin aire y fuerzas para moverme. Se suponía que nada de esto debía suceder, me están tratando como una sangre ordinaria, y la fuerza del caos yace apagada desde hace horas.

Antes de perder la conciencia veo asomarse entre las enormes llamas cuatro figuras masculinas, sus rostros sombríos y humanoides como antiguos retratos de dioses aparecen para detenerse ante mí, observándome desde arriba.

Uno de ellos me dedica una sonrisa siniestra que jamás había visto en un infernal. Mis ojos se cierran por la angustia, y suelto el último suspiro de humillación y tormento antes de perder por completo el conocimiento.

[...]

Cada respiración arde, como si un montón de fierros me destrozaran los pulmones. No tengo idea cuanto tiempo ha pasado, solo sé que despierto de vez en cuando intentando contemplar dónde estoy antes de volver a desmayarme.

NOCTIMANÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora