Capítulo 23: Silencios II

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Amamos con un amor que era más que amor... Con un amor que los serafines alados del cielo nos codiciaban a ella y a mí.

— Edgar Allan Poe.

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SILENCIOS PARTE II

Monaxia, Italia. 

Nix Angelis

Hace un tiempo soñé que me refugiaba en sus brazos, que me sumergía en deseo bajo sus encantos. Cada vez que lo soñaba me preguntaba si era real o tan solo un producto de mi soledad, pues no negaré que tenía un atisbo de esperanza en medio de mi tormentosa vida. Recuerdo que cuando llegue a este reino veía como los demás encontraban esa mitad en un otro, eran felices, malvados quizás, pero tenían su complemento. Incluso al cumplir dieciocho pensé que mi compañero sería Damon Fox, más cuando descubrí el verdadero lazo del destino una parte de mi murió.

Era quizás lo único bueno que podía sucederme, pero el infinito decidió arruinarlo. De todas formas, me acostumbre que las cosas sean fáciles para todos, menos para mí.

Subo las escaleras que dan directo a la última torre mientras el rey oscuro avanza a mitad de camino con evidente frustración, paso por su lado ignorándolo.

Estuve casi treinta minutos tratando de controlar mi pulso, evitando relevar el efecto que tiene su cercanía. 

Al llegar al pasillo de habitaciones exclusivas ingreso a la mía. Suelto un largo suspiro y me quito el traje de batalla empapado en sudor.  Me dirijo al lujoso baño que mantiene una  tina de oro blanco, donde abro la llave dejando correr agua fría. 

De pronto mi espalda se endereza al percibir una particular energía oscura en el entorno. 

De seguro se hospeda cerca.

Ignoro aquello y me sumerjo en el agua.

[...]

Luego de tres horas permanezco reposando en el sillón del balcón. Hay una brisa exquisita y falta mucho para que amanezca, me posiciono de espaldas con vista directo al cielo estrellado. La noche siempre me saluda, me trasmite una paz inexplicable, recordándome como la sirena dijo que yo era su favorita. 

Sin embargo la tranquilidad no dura mucho cuando unos pasos en el pasillo me distraen. 

Me levanto en seguida para abrir la puerta principal donde me encuentro con una agitada Sekhmet que tiene aspecto de haber corrido kilómetros. 

— ¿Qué sucede? — pregunto preocupada.

Ingresa cerrando la puerta mientras intenta respirar con normalidad. 

— Los encontré... — manifiesta sin aire— Son muchos, fueron atacados hace horas por el Rey de Draco —explica con torpeza. 

— ¿De qué hablas, estás dañada?— hago una revisión completa para asegurarme que este bien.

Niega. 

— Venían saliendo de los barrios bajos de Italia.... Hablaban sobre un ataque realizado por Dracos de oscuridad y luz. Cuando hice el ademán de venirme choque con un cuerpo... era él, llevaba una máscara diferente.  Corrí y corrí y en cuestión de suerte llegué al palacete viva.  

Habla del enmascarado. 

Estoy apunto de hablar cuando tres firmes golpes se oyen en la entrada.

Por su olor, ya sé de quién se trata.

Sek me mira confundida y asiento para que abra. Una vez que lo hace, desde el umbral se asoma Donovan Pierce, quién observa el panorama con unos ojos más negros que nunca, ciertamente enojado. 

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