Capítulo 22: Monaxia

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Hoy no quiero pelear contra la oscuridad, así que sólo dejaré que me consuma lentamente. 

— Euphoria. 

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Reino Draco.

Donovan Pierce 

Una especie de furia letal y oscura me domina mientras rompo las costillas de Impius Kratos, quién sangra arrastrándose en el barro como un despreciable gusano. Alrededor se mantienen los infernales que cometieron violaciones en el enfrentamiento. Cadenas de acero lastiman sus extremidades mientras observan con terror las torturas que le esperan.

— Peleas como perra. Levántate y muéstrame al guerrero del que tanto hablan basura de mierda. — Lo encuello poniéndolo en pie. — ¡Qué! ¿A caso estas triste porqué tu amigo sin rostro no vino a rescatarte? — escupo la tierra en que tambalea. — Come, abre tu maldita boca y digiere esa porquería como el cerdo que eres. Es barro de fosa, repleto de excremento, ratas y orina, será tu alimento de ahora en adelante.

— No... — musita con ojos llorosos.

Los demás apartan la mirada mientras golpeo sus piernas botándolo nuevamente. Su cara queda sumergida en el suelo, y le obligo abrir su boca provocando que vomite. Fuerzo su mandíbula para que obedezca, y finalmente lo hace.

Llevo toda una semana atormentándolo. Aquel rostro burlesco desapareció, ahora no es más que un montón de huesos rotos sin dignidad.

—Me cansé de jugar cobarde. Ve a descansar a tu celda que mañana será un largo día... reza a los dioses para que me aburra — se arrastra como cucaracha.

Meto las manos en los bolsillos paseándome de un lado a otro. Las cámaras de tortura en Draco son infernales; subterráneos con fosas, calabozos, cuartos y un montón de zonas para prisioneros. Es una suerte que los dragones no alcancen estas hectáreas, o estarían devorando sin control a los marginados.

Si no fuera por la valentía de la escarlata de fuego en Fotía, no me habría enterado del acto que cometieron algunos Kratos en las fronteras. Abusaron de muchas guerreras en esos miserables minutos donde estaba distraído. Antes de regresar me encargue de entrevistarlas, con el propósito de conocer a sus victimarios. Por más monstruos que seamos, jamás justificaré acciones repugnantes de ciertos descendientes. 

— Saben... si Lilith estuviera viva los despellejaría. — les digo.

Reina de su linaje, única mujer que respetan. 

Saco un puro del bolsillo y lo enciendo cambiando de tema. 

»— Muchos se preguntan de donde vienen los espectros... algunos afirman que son obsequios del inframundo, otros del infinito — río sin gracia. — Sin embargo, son rumores errados. Ahora que tendremos un momento íntimo revelare la verdad.

Me siento en un barranco frente a ellos. Están de rodillas con los cuerpos encadenados. Pasan saliva al ver la nube negra que se expande en el cielo — hasta la luz de antorchas huye de esas sombras—, su pánico empeora cuando libero las criaturas de mi interior.

— Todos tienen un nombre — admito señalando al más horrible; una silueta alta con enormes brazos deformes. — Él es Donovan, el de acá Pierce — indico la figura con cuernos. — Como podrán adivinar, soy yo. Los cientos de espectros que cargo son la representación de mi lado más sombrío. Les daré el honor de morir en sus manos, bueno... técnicamente en las mías. Consumen el alma de la manera más dolorosa que existe, incluso ni las peores torturas físicas se asemejan a ese umbral de dolor... datos curiosos que deseo compartir. — giño el ojo. Uno de los violadores se orina soltando en llanto. — Debieron pensarlo bien antes de dañar esas mujeres. Ustedes siempre han sido una vergüenza. No me sorprende que el caos los quisiera arrastrar.

NOCTIMANÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora