Annabell

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Una familia Se encontraba en su casa, El padre estaba recostado sobre su sofá mientras leía su periódico. La madre estaba preparando la cena, la cual desprendía un agradable olor que se podía sentir por toda la casa, en especial desde el cuarto de su pequeña hija. La muchacha, al sentir tal olor decidió dejar de jugar con sus muñecas para poder ir hacia donde estaba su madre, ella salió corriendo hasta la cocina bajando rápidamente las escaleras. Abrazando a su madre se dispuso a preguntar si la comida estaba lista a lo que su madre respondió que faltaba un ingrediente el cual quería que ella comprara. Te preguntaras, ¿Qué tan anormal puede ser esto? Bueno, digamos que aquí empieza una pequeña parte de lo que sería una gran historia. Annabell era una pequeña niña de unos 8 años aproximadamente, tenía una familia amorosa, un padre que trabajaba de carpintero, reparando cosas sencillas tales como juguetes y fabricando marionetas, y una madre que se disponía a hacer trabajos domésticos para ayudar a su esposo a pagar sus deudas, para informar en esta historia, Annabell había nacido en el siglo 18 una época un tanto difícil para vivir. O al menos para los que no estaban tan sustentados económicamente. Aun así, ellos eran muy felices con lo que tenían y no envidiaban a nadie. Quizás tenían sus malos momentos por no poder realizar algunas cosas por su estatus económico, entre ellas como salir más seguido con su hija o tener problemas para pagar sus estudios pero podían pasar el rato con ella y eso era lo que les importaba a ellos. Una vez, la madre de Annabell tuvo que salir para cumplir un mandado que le habían ordenado, viéndose obligada a salir a la zona más peligrosa del sector por donde vivía, a su alrededor estaban gente de todo tipo. Desde personas mendigando por un poco de dinero o comida, como se estaba acostumbrado a ver en esos tiempo, hasta prostitutas. Hubo un señor de edad mayor que puso sus ojos en aquella mujer, naturalmente con algunas intenciones. El hombre de alguna forma u otra pudo entablar una conversación con la mujer durante unos minutos, pero era más que obvio que la mujer estaba tratando de evitarlo a toda costa. Quizás podrías pensar “es solo un hombre que busca cortejarla y no tiene nada de malo” pero la cuestión es que no era así. Si había una cosa que buscaba aquel hombre en esa mujer era hacerla suya. La mujer siendo muy lista logró desviar la mirada de aquel tipo dándole tiempo para poder escapar, pero, dado a que el pueblo por donde vivía era muy pequeño la gente era fácil de rastrear y el hombre terminaba encontrando a la mujer de todos modos. Este acoso duro por unos cuantos meses hasta que una vez que estaba a punto de lograr su cometido se encontró cara a cara con otro hombre siendo el prometido de la mujer a quien quería abusar. El naturalmente enojado se peleó de una manera tan brusca y fuerte que logró darle un golpe en el ojo de tan impacto que hizo que lo perdiera, así él no tendría más ánimos de querer hacerle algo malo a su prometida. Durante unos días la mujer pudo sentirse tranquila sin la presencia de ese hombre, pero el daño estaba hecho. La reputación de ella ya estaba manchada, una vez incluso la confundieron con una prostituta entre otras barbaridades. Para una época oscura era normal que las personas vieran los chismes y rumores falsos como un medio de entretenimiento. Dicha pareja joven, ya no podían aguantar más blasfemias y decidieron irse a una ciudad un tanto lejana para rehacer su vida. Al pasar los años ellos concibieron a una pequeña niña de cabellos marrones con unos ojos del mismo color, la cual con el pasar de los años se hacía más alegre y enérgica a la vez. Cierto día esa pequeña niña tuvo que salir a buscar un ingrediente que faltaba en su casa para poder realizar la cena. Yéndose a la tienda más cercana llamo con una aguda voz al vendedor para que así pudiera notarla. Justo al lado de ella se encontraba un hombre de un aspecto peculiar, vestía un enorme chaleco negro con pantalones grises, botas de color café, una barba blanca y un parche en su ojo derecho como si lo hubiera perdido en una pelea, por no hablar que olía terriblemente a alcohol. Annabell era una niña algo asustadiza pero también curiosa, ella se le quedo viendo a ese hombre durante unos cuantos minutos. El hombre al percatarse de ellos cruzó mirada con ella, a lo que le dijo: ¿Pero qué coño me ves? Eso asusto un poco a la pequeña a lo que con una voz respondía “nada, yo no lo veía a usted” obviamente él no le creyó y estuvo a punto de meterle una bofetada pero se vio interrumpido por el vendedor que le entrego el recado. Si te pones a pensar, la pequeña tuvo suerte puesto que pudo haber quedado con un moretón el su cara, ella no iba a ser perdonada por ser pequeña, no, ella sería juzgada tal y como lo sería una persona adulta pues en esos tiempos los niños eran considerados como pequeños adultos.

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