No Voltees aun

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Mireya y Octavio eran novios desde hace 8 meses. Se querían mucho y, a veces, hacían planes de vivir juntos, aún y teniendo apenas 18 y 16 años. Todos habían dado el gusto malo a esa relación, pues Octavio era un chico un poco raro, callado, hipertímido e introvertido. De hechos, nadie entendía como era que habían empezado a andar, ya que ella era muy alegre y sensible, y él, tan callado y sombrío.

Pero habían tenido unos cuántos problemas, por lo mismo del carácter del chico. Mireya reclamaba más cariño y afecto. Él simplemente callaba y la abrazaba. Ella se empezaba a hartar y…

Esto provocó los celos de Mireya (obviamente). Día tras día lo seguía hasta a su casa para comprobar si su novio no la engañaba con otra. Le seguía los pasos, hasta que un día Octavio la descubrió y, gritándole, la obligó a retirarse. Ella, llorando, se fue.

Intentó hablarle cada noche para saber si por fin la había perdonado, pero simplemente nadie contestaba. Se odiaba a sí misma por esa conducta tan poco prudente y egoísta. Se odiaba por no haber confiado en su novio.

Llamó otra vez. Silencio. Bip. Silencio de nuevo Bip. Silencio… Una voz masculina contesta del otro lado de la línea. Mireya le explica todo a Octavio… Silencio… Mireya pide disculpas llorando amargamente…. Silencio… La joven se impacienta y le pide una respuesta… Silencio… pero no por mucho tiempo. El chico le dice únicamente que se vean en el parque de la placita, a las 10 de la noche.

Mireya saltó de alegría, pues creyó que al fin Octavio la había perdonado…

Grave error.

Ella llegó puntual a la cita. Sin embargo, por más que busco a su querido novio, no lo encontró.
Pensaba en irse cuando escucho la voz de Octavio diciéndole que la quería. Y eso fue lo único que recordó, pues de inmediatamente él le puso una pañoleta en la boca, la cual hizo que ella quedara inconsciente.

Despertó atada a una silla. Le dolía la pierna horriblemente. No sabía dónde estaba. Abrió bien los ojos para reconocer el lugar:
Una bicicleta, una lámpara, un ropero, sogas, todo eso le resultaba familiar. Y entonces comprendió. Estaba en el sótano de la casa de Octavio. Gritó. O al menos eso intentó, pues estaba amordazada y sus gritos sólo se oían como débiles quejidos. Asustada y confundida, busco la manera de desatarse y salir.

En eso, entró Octavio. Su cara estaba seria y su rostro era inexpresivo y sombrío. La rodeo y le quito la mordaza.

-Octavio! Explícame que está pasando! Por favor!! Libérame!! Te juro que no volveré a sentir celos… pero desátame… te lo ruego!!- Grito Mireya, aterrorizada

Octavio se acercó bruscamente y la calló con una bofetada

-Tú crees que esto es por tu estúpidos celos?? Pues que boba eres!! Que acaso no entiendes?? Esto es un sacrificio para el Señor de la Tinieblas. Con la sangre de una virgen podre al fin tener el poder suficiente para aniquilar a todos los que odio. Para exterminar a mis enemigos y pedir la venganza por todo lo que me han hecho. Y tú… tu solo fuiste mi juguete. Lo siento tanto. Y ahora, mi querida Mireya, serás mi pasaporte para el poder del Señor Oculto!!!.

Mireya gritó y gritó pidiendo auxilio. Nadie respondía a sus gritos de suplica. Octavio ni siquiera se molestó en volverla a amordazar, pues sabía que nadie la escucharía. Entonces él se puso una capucha y dibujo una estrella de cinco picos rodeada de 2 círculos en el suelo. Puso cabellos de su madre, la foto de su padre, la carta que ella le había escrito cuando apenas empezaban a andar y la foto escolar de ese año, donde el aparecía junto a los chicos que lo odiaban y molestaban. Puso velas y sal y luego abrió un libro negro con inscripciones extrañas en la portada. Mireya solo miraba, con terror.

-Oh Señor de las Tinieblas.!!! Escucha mi llamado!!! Escúchame!!! Yo, tu siervo fiel, te pido tus grandes poderes para al fin vengarme de todos los bastardos que odio y verlos morir lenta y dolorosamente. Y por eso, oh Gran Lucifer! te ofrezco, hoy, 29 de octubre del 2013, siendo las doce de la noche, este sacrifico para tu honra y gloria y mostrarte que yo te sirvo…

Entonces Octavio se puso atrás de ella. Le acarició el pelo, la mejilla y la nuca. Puso su mano fría sobre el cuello de Mireya. El final estaba cerca. Saco una daga por debajo de su capa y el posó en el cuello de la joven desdichada. Se acercó a su oído. Y con una voz dulce que ella nunca le había escuchado, él le dijo

-No voltees aún princesita… Es una sorpresa

Mireya solo sintió como la daga atravesaba su fino cuello, y como la vida se le escapaba por ahí. Tuvo una sensación cálida en su pecho, nuca y espalda. Vio como la sangre, su sangre, volaba a borbotones. Y entonces vio… lo última imagen que vio… a Octavio frente a ella… y un demonio tras de él.

Historias, Leyendas de terror y CreepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora