Oxido y Carne

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Siempre he sido un chico tímido, tranquilo y no muy seguro de mi mismo, sin embargo, creo que en un pequeño y alegre barrio en los suburbios es imposible estar solo y sin amigos, ya sabes, he estado viviendo aquí desde que nací, y en la infancia aún siendo tímido, me la pasaba jugando con mis amigos, los cuales, la mayoría de ellos, son muy buena gente; de hecho siguieron siendo mis amigos, antes del incidente claro.

A veces me gusta imaginarme como sería mi vida si ese incidente nunca hubiera pasado, pero ya sabes, no se puede viajar en el tiempo, aunque, de todos modos, he de admitir que me he acostumbrado.

Antes de contarles con detalles todo lo relevante que he vivido, incluyendo claro lo de aquel incidente, me gustaría decirles que si buscan explicaciones lógicas, déjenme decirle amigos, que posiblemente no la hay, o tal vez si, no soy quien para determinar si algo es lógico o no, en fin, creo que me estoy desviando mucho de lo que les quiero contar en realidad, jeje, siempre me ha gustado escribir, de hecho.

Esa tarde tan calurosa en el verano, no recuerdo exactamente la fecha de ese día, pero al fin y al cabo, eso no es importante, lunes... Martes... Miércoles, son diferentes nombres de días, pero todos son días iguales en realidad, estaba yo, encerrado en mi cuarto, escuchando la radio como de costumbre hacia, recuerdo esa estación, que ya no existe, que emitía canciones fantásticas... después de estar un rato oyéndola, me dispuse a recostarme en mi cama a mirar al techo, no tenía mucho que hacer por aquel entonces...

El maldito calor era abrumador, estaba sudando demasiado ese día...Sin embargo siempre he disfrutado el verano... en fin. Mis padres estaban de viaje, eran la una de la tarde y realmente no tenía ganas de preparar algo de comer, ni siquiera tenía hambre.

Justo al lado de mi casa, vivía una señora anciana, quien vivía con su hija muy mayor, había visitado muy pocas veces esa casa, incluso, tenía muy vagos recuerdos de cómo era en su interior, todo el barrio sabia por demás, que la vieja dueña de esa casa tenía un gran apego hacia los gatos y que contaba en su haber a cientos de ellos, nadie sabía con exactitud cuántos eran, incluso la gente solía bromear que ni siquiera las residentes de la casa sabían cuantos gatos tenían, yo, en cambio, solo tenía una gata negra llamada Charlotte.

Fue ahí cuando comenzó.

Ese fue el día del incidente, el incidente que le dio un extraño giro a mi vida,

Un giro El cual, en ese entonces, consideraba horrible, y digno de las pesadillas de un enfermo, pero del cual, me he estado acostumbrando poco a poco, hasta acostumbrarme y sentirme de hecho, ¿Cómo decirlo? Cómodo.

Charlotte, mi gata, se había escapado, como he dicho antes, eran alrededor de la una y media de la tarde, y la mayoría de la gente estaba en su casa, almorzando, yo perseguí a mi traviesa mascota hasta la casa de las vecinas de los gatos, recuerdo sentir un molesto escalofrió recorrer mi columna cuando estaba yo, ahí, enfrente a esa humilde y deteriorada casa, con un desagradable olor a orina de gato, rodeada de arboles y con ese extraño impulso de volver hacia mi casa y abandonar a mi gata, sin embargo, Charlotte es muy especial para mí, esa gata la había tenido desde hace mucho tiempo y ya le había agarrado demasiado cariño.

No quería entrar a esa casa, definitivamente no quería, el ambiente era extrañamente aterrador, pero debía hacerlo, no podía abandonar a mi gata así, entonces, decidí entrar.

Abrí despacio el portón de madera de la casa, ya me encontraba en el patio, y estaba frente a la puerta de las vecinas, la puerta estaba muy rota y deteriorada, me sorprendía el hecho de que todavía estaba en pie, y que no había caído al estar tan vieja y en ese estado.

Con muchos nervios y miedo de tirarla por accidente, la golpee, llame a la puerta cuatro veces exactamente, hasta que escuche una débil voz masculina, pero aguda, que me decía que estaría ahí en un momento para abrir la puerta.

Historias, Leyendas de terror y CreepypastasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora