Comida...

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Advertencia: no leer si estas comiendo XP

Recuerdo ese lugar perfectamente. Estaba abierto las 24 horas del día, y parecía lloverle clientes. Es increíble pensar que ese restaurante que alguna vez estuvo rebosante de clientes, hoy esté cerrado. Y no es una simple casualidad que haya cerrado, ni siquiera es algo que haya visto en las noticias o un simple problema sanitario. No, yo lo viví, y podría asegurarle ante cualquier persona que lo que mis ojos vieron no es una mentira.

Era un lugar en el interior de Buenos Aires, una parte muy frecuentada por personas de todos los lugares del mundo. Ese restaurante familiar había abierto no más de dos días antes, y ya era un éxito rotundo. Mis amigos y yo fuimos a visitar ese lugar y probar un poco de esa comida que era aclamada por los clientes por ser extremadamente deliciosa. Éramos dos chicas y dos hombres, yo por supuesto el más callado.
Pedimos una mesa, difícil de conseguir, nos sentaron en medio del gentío. Todos tomamos la cartilla del menú y pedimos nuestras respectivas comidas. Mis amigos hablaban de cosas al azar, yo sólo escuchaba, mirando con hambre a las demás personas que comían desesperadamente. Miraba sus platos, llenos de comidas típicas de ese lugar, como guisos, empanadas, etcétera. Con el sólo hecho de verlos comer, experimentaba el hambre mismo, pero a la vez otro sentimiento más extraño, el asco.
Nos sirvieron los alimentos, y cada uno se abalanzó sobre su respectivo plato, empezando a devorar lo que tenían en frente, hablando con la boca llena de comida masticada. Pero, por alguna razón que en ese momento yo desconocía, no me atreví siquiera a probar un bocado de lo que tenía en frente. Tomé el tenedor, pero ni siquiera pinché la comida, que parecía exquisita. Miraba a mis amigos comer, y escupir comida mientras hablaban y reían.
Entonces, lo que vi de la boca de una de ellas me horrorizó. Empezó a reírse, mientras que a un lado de la boca se le resbalaba un pequeño gusano blanco, gordo, del tamaño de un dedo. Me hice hacia atrás con asco, pero parecía que nadie lo había notado. Ella agarraba una empanada y se la metía en la boca, masticando, y cada vez que abría sus labios para lanzar una palabra, gusanos blancos y gordos se deslizaban de entre sus labios hasta caer en el plato de mi otro amigo. Ella siguió comiendo, y yo no me atreví a hablar, sólo miraba ese horror, siguiendo cada gusano que resbalaba y caía sobre el plato.
Revolví mi comida, encontré mas de ese espécimen dentro de mi ensalada. Tapé mi boca para no vomitar, y todos me miraron extraño. Yo sólo miraba sus labios, que estaban cubiertos de restos de gusanos que aún seguían moviéndose.
De pronto, ella comenzó a sentirse mal, y vomitó sin más sobre nuestra comida, llenando todo de restos de gusanos que se movían. Como un efecto en cadena, los de las otras mesas comenzaron a vomitar gusanos de distintas formas y tamaños luego de ver el espectáculo que había provocado mi amiga.
Ella, entonces, se tomó del estómago, gritando del dolor. Simplemente se levantó, cuando un sonido fuerte salió desde su estómago. Se tiró al piso abriendo su camisa, permitiéndonos ver que tenía su abdomen abierto. Eso no hubiera sido tanto, de no haber visto que los gusanos gigantes se devoraban su piel, y rompían sus órganos, sacándolos fuera de su cuerpo, haciéndose un festín con la carne.
Me levanté de la silla y miré a mí alrededor, a todos les estaba comenzando a pasar lo mismo. A un hombre se le abrieron los brazos, brotando gusanos como si fuera su propia sangre; una mujer comenzó a expulsar esos insectos blancos por sus orejas, mientras otros color verde se devoraban sus ojos. Todos mis amigos cayeron al suelo vomitando, expulsando, y sintiendo el dolor de los gusanos, que se devoraban cada parte de su ser.

Hoy mismo paso por ese lugar, ya cerrado, sin dejar de sentir el escalofrío y el recuerdo de las vísceras de mis amigos siendo devoradas por exagerados gusanos blancos. Y siempre me paro frente, viendo uno a uno, los gusanos, insectos asquerosos, surgir desde debajo de la reja, moviéndose hasta morir bajo mis pies

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