Una diablilla

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Lunes 5 octubre.


Los edificios conectados son de 3 niveles, cada piso un grado distinto. A mi me toca en el edificio de la izquierda hasta abajo.

Según mi horario hoy tengo filosofía, leyes, descanso, 2 horas de inglés, descanso y economía. ¡Es una tortura! ¿Por qué no hay internados sin clases? Suficiente castigo es estar encerrada.

Necesito estar al corriente con mis clases. El ciclo ya tiene 2 meses de adelanto.

Ser nueva en un instituto a mitad del año o entrar tarde, es una tradición mía. Ya ni siquiera recuerdo como era ir a una escuela comúnmente.

Arribo al salón sin mínima emoción, recibo miradas de todos los estudiantes. Me dirijo al único pupitre vacío, frente al profesor. ¡Lo que siempre quise!

Dejo caer de manera dramática el cuerpo en la butaca. Exhalo.

Alguien golpea suave mi hombro.

Giro la cabeza hacia atrás. Hay una chica de cabello rojo en tono exacto de Ariel, sonríe amable.

Su rostro es lindo, tiene una mirada amigable y vestido ajustado.

—Soy Ivy —saluda en tono fino. Es muy guapa, pero tiene pinta de ser una niña mal portada. En realidad, todos entramos por la misma razón, no fuimos jóvenes ejemplares.

—Aria. Hola —regreso mi vista adelante.

No vengo a hacer amigos, quiero salir. Me siento como una rata enjaulada, quiero salir.

Echo una ojeada rápida al espacio. Cuento las cabezas rodeándome, somos 16 conmigo.

La verdad creí que seríamos muchos más.

— ¿Estás sorprendida del escaso número de estudiantes?

Suspiro cansada. No me desharé de esta chica... Será conveniente tener información, si quiero escapar, debo socializar. Ruedo mi torso a su dirección.

—Sí.

—Los de primer grado somos muchos, conforme avanzas los estudiantes disminuyen. De 6to año hay 6 alumnos.

¡6 alumnos! ¡Estoy impresionada! No es como yo pensaba.

—Creí que nadie salía y estábamos destinados a vivir en esclavitud.

Suelta una carcajada, esa acción atrae más la atención de todos esos mirones y chismosos.

—La mayoría termina hasta el segundo año. Los padres ven el internado como un castigo temporal. Cuando consideran suficiente escarmiento, algunos salen.

—Te ves decente —la observo con detenimiento —. ¿Qué hiciste para entrar?

Sonríe mordiéndose el labio. 

—Me gusta la mala vida.

—Interesante —curvo los labios de manera amigable.

El profesor aparece, nos saluda. 

Luce demasiado joven, además de atractivo. ¿Si me ligó al maestro podría salir? Mi capacidad para persuadir es excelente... Estudiaré mis posibilidades, al momento es una opción.





Suena la campana de salida al almuerzo. Comí un poco mientras estaba en clase, fui discreta porque no podemos comer en clase y tener a Don atractivo enfrente no ayudó mucho.

Comienzo a guardar mis cosas.

—¿Nos sentamos juntas? 

—¿Eh? Sí —contesto a regañadientes.

El otoño retorcido 1 🍁[✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora