Las marcas en mi piel son lecciones

27 4 0
                                    

Sábado 10 octubre.


Miro su contacto en el celular. Es parte de mi plan. Portarse bien, es parte de mi plan. No quiero hablar. Tenemos un odio mutuo, es una hipocresía hacer esta llamada. 

A regañadientes presiono el icono de llamar... Un bocinazo, dos. No contestes, no contestes. Cuarto tono. 

—Bueno —responde ella. ¡Ash! —. ¡Aria! —contesta con una verdadera felicidad. 

¿Quién eres y que le hiciste a Teresa Hills? 

—Hola, Teresa —contesto rodando los ojos.

—¡Steban! —la escucho gritar.

—¡No! Hablemos tú y yo ¿si?

—Esta bien, hija. ¿Cómo te va en el internado?

¡Horrible, todo el tiempo te dicen que hacer! ¡Dejan miles de tareas! ¡No hacemos nada divertido! ¡Sin música! ¡Hay una idiota clase de educación humana, es una tortura! ¡No hay televisión! ¡Es un lugar aburrido!

—Regular, dejan demasiados trabajos. Es un lugar lleno de reglas —respondo conteniendo el fastidio en mi interior.

—¿Y te estás portando bien?

—¿Has tenido alguna queja? —buena forma de evadir su pregunta. No estoy mintiendo.

—No. ¡Ay, estoy tan feliz de escucharte! Suenas diferente —contesta usando un aire esperanzador.

No, soy la misma desalmada de siempre. Finjo mi cambio de actitud para mis propios fines.

—Al parecer tuvieron una sabia decisión... Ya sé, parece una locura decirlo.

—Todo cuanto he hecho lo hago por tu bien.

¡Uy, si! Sobre todo después del divorcio. ¡Que buena madre!

—Lo sé.

Escucho una voz masculina. ¡El jodido Steban!

Los escucho conversar alterados. Agudizo el oído intentando escuchar su plática. Una gigante sonrisa es dibujada en mi rostro; están hablando de un dinero extraviado. ¡Ay, pobre Steban casi siento lástima! ¿El nene perdió unos pesos de su enorme fortuna? 

—En un momento te ayudo —vocea a lo lejos.

En realidad no me importa en lo más mínimo su vida, pero...

—¿Todo bien? —pregunto "preocupada".

—Steban lleva buscando desde ayer $15,000. Los tenía en la caja fuerte. Cree que tal vez están en su caja del sótano, esta buscándolos.

¡Son $15,000! Ese señor tiene una cuenta bancaria muy grande. ¿Qué le puede afectar esa minúscula cantidad?

—¿Ya buscó en el trabajo?

—No. Esta seguro de dejarlos aquí —bufa exhausta.

—Bueno, ayúdale a buscar. Yo tengo un montón de tarea pendiente.

—Esta bien, hija. Te llamo el siguiente sábado.

—Sí, adiós —termino la llamada de forma apresurada.

Steban, no busques tu dinero. Nunca encontrarás nada porque yo lo tengo.






La enorme alberca sigue siendo toda mía.

El otoño retorcido 1 🍁[✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora