Ángel guardián

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Lunes 19 octubre.


Yo poseo una gran debilidad, lo sabían. Haría lo imposible para mantenerlos a salvo. Lo sabían. Víctor Kant y John Soto jamás desperdician oportunidades. 


Azael Verona. 



Vamos caminando hacia el bosque. Terminando nuestra pequeña comida, Darek volverá a posar para mí. Quiero terminar su dibujo cuanto antes.

Escuchamos un chiflido al pasar cerca del gym. Azael aparece trotando en nuestra dirección. ¡Ay, no! ¿Por qué no nos permiten estar a solas? ¿Qué maldades podríamos hacer? Somos buenos niños.

Detiene sus pasos frente a nosotros.

—Estamos entrenando. Vengan.

Discretamente miro a Darek.

No quiero ocasionar problemas, acordamos ser cuidadosos, estamos rompiendo reglas.

—Sí. Olvide resolver un asunto —voltea a verme —... Aria, ¿te adelantas? —entiendo su mirada, asiento en respuesta. Le quito nuestra comida. Se marcha dejándonos solos.

—¿Interrumpí? ¿Tenían planes? —arruga las cejas alternando su vista entre Darek alejándose y yo.

—No, ninguno —aclaro mi garganta —. ¿Qué planes podríamos tener aquí, Verona? —le pego un codazo en el brazo —. ¿Estudiar en la biblioteca hasta morir?

Empieza a carcajearse.

—Es cierto —menciona entre risas.

Entramos al gimnasio. Los únicos presentes son ellos, la vez pasada tampoco había nadie. ¿Tendrán algún horario especial? ¿O ninguno de los varones se atreve a estar cerca de ellos? Ambas opciones suenan convincentes.

Hal muestra una mirada de odio. Le sonrío como niña buena, su enojo se intensifica.

—¿Por qué te desapareciste de la pachanga? —interroga Gabriel al verme.

Le estaba metiendo mi lengua hasta la garganta a tu amigo Darek.

Presiono los labios impidiéndome sonreír.

—Entregué mi celular. Estaba esperando a los guardias, me quedé dormida —anuncio teniendo una seguridad enorme. Ni siquiera Hal logra descubrir mi mentira.

—Eres una anciana aburrida —ríe sarcástico. Acompaño sus potentes carcajadas.

—Es satisfactorio saber que ustedes se divirtieron.

—¡La gente espera una pronto! —añade Verona.

—Bueno, cuando sea la próxima excursión, no podemos arriesgarnos de más —miro a Azael. Ayer lo dejé botado, quisiera retomar nuestra conversación —. ¿Puedo entrenar contigo?

—Sí.

Coloco mi comida en una esquina junto con el resto de mis pertenencias. Lo veo dirigirse a las caminadoras, quita su playera enseñando la impresionante imagen del tatto. Nos ponemos a trotar.

—Me gusta tu tatuaje —comento admirando.

—Gracias. Fue en honor a mi hermano Darek —usando los espejos de alrededor, ve el dibujo impreso en su espalda.

—Es muy hermoso. Parece real, como si tuvieras un ala. 

Hay detalles, dimensiones y sombras.

—El primer día nos contaste tu historia. Quiero relatar la nuestra —sin frenar mis movimientos, enfoco mi atención en Azael Verona.

El otoño retorcido 1 🍁[✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora