El rey Darek

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Domingo 18 octubre.


Escucho unos golpes suaves. Abro mis ojos y los ruedo levantándome.

¡Quién molesta tan temprano! Con la mirada borrosa y sin estar despierta llego a la puerta. ¡Seguro son los jodidos guardias! Fueron creados para molestar en los momentos más inoportunos...

Mi corazón se acelera al verlo.

—¿Olvidaste nuestro acuerdo? —entra a mi habitación de un movimiento.

Nadie puede vernos juntos, sobre todo nuestros carceleros. Echo una ojeada a los alrededores, no hay muros en la costa.

Cierro poniendo seguro. Miro la hora en el reloj.

—¡Es medio día! ¡Domingo! Acordamos que te dibujaría hoy —recuerdo.

—Traigo el almuerzo —coloca esa bolsa de tela roja con la comida sobre mi cama.

—¿Ya comiste?

—No.

—Comamos aquí —dejo caer el trasero en mi colchón.

Él huele a un delicioso perfume. Se ve limpio y arreglado. No como yo, acabando de despertar. Ojos hinchados, ropa arrugada y lagañas en mis ojos.

Darek tiene la mandíbula apretada, está sentado al otro extremo del colchón, lejos de mí. Reprime algún sentimiento.

—¿Qué? ¿Estás bien?

—No conseguiré concentrarme si te vistes así —traga saliva —. O ponte un brasier.

Bajo la vista al fino camisón de tela, remarca el contorno de mis senos.

—O podemos cambiar el plan para mañana —digo con una sonrisita.

—No tendrás otra oportunidad. Elige.

Ya esperé suficiente, otro día no será nada.

—Bien —me levanto, camino hacia el closet. Me pongo un pans encima del pequeño short y un suéter holgado arriba —. ¿Mejor? —hago una vuelta sobre mi eje mostrando mi outfit.

—Veo tu cara y sexy boca —lame sus labios.

Niego sonriendo. Regreso a mi lugar.

Es un alivio ya no sentir esa atracción asfixiante invitándome a besar, acariciar y admirar sin culpa a Darek. Era una pesadilla frenar estos sentimientos. Mi conciencia iba a matarme todos los días de mi vida si hacía algo estando comprometido en una relación. ¡Gracias porque no tiene novia!

Empiezo a comer los huevos revueltos.

—¿Cuánto duró la revisión?

—Casi una hora —gruñe fastidiado —. Terminando vine.

—¿Qué? No te escuché. ¿Por qué no entraste por la ventana?

Me habría encantado terminar nuestro asunto pendiente. 

—Estaba cerrada —da un bocado a sus alimentos.

—Lo siento —chillo —. Quedé exhausta después de tanto usar mi imaginación.

Estudia mis palabras arrugando las cejas, levanta su vista. Curva los labios.

—¿Te divertiste sin mí? —cuestiona haciendo una pervertida sonrisa.

—Era necesario. No podía dormir —contesto inocente.

Continúa comiendo. Mira la bolsa de cerezas vacía junto al despertador.

El otoño retorcido 1 🍁[✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora