capítulo 2 › Serendipia

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Serendipia: Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual.
Daniel

Bien, hay dos puntos que me están jugando en contra justo ahora: el alcohol y la adrenalina. Es increíble como este estado hace que esté deseando cosas que estando sobrio fuese imposible que pasen. Podría ser considerado un balance. Pero, en realidad, considero que cuando llegamos a esta etapa nos sentimos en la completa libertad de dar rienda suelta a todas las emociones que reprimimos, a nuestros deseos más oscuros. ¿Cómo puede un poco de tragos ponernos así? A punto de lo sinsentido, sin saber si mañana vamos a recordar algo o no porque nuestra mente, estando tan nublada, empaña esos recuerdos consigo y cuando poco a poco se dispersa esa neblina caemos en cuenta de la realidad.

Porque estando ebrio olvidas el mundo, olvidas tus límites, olvidas las reglas, olvidas que existe algo llamado ¨encajar¨, olvidas las preocupaciones, el mundo se vuelve fácil y divertido. No existen responsabilidades, y mucho menos, la razón.

Y cuando llega la mañana, puede que sea la peor de todas, cuando los recuerdos te atacan y te hacen sentir mal... O contrario a ello, te hace sentir que has liberado un peso que cargabas encima demasiado tiempo. Recuerdo la primera vez que tomé en mi adolescencia. Salimos de fiesta los cuatro y terminé liándome con Jin. Prometí que no volvería a tomar después de haber compartido tal ---inquietante, cabe destacar--- beso con Jin. En la trayectoria de la vida suponen tontas promesas porque ¿quién después de decir ¨dejaré la bebida¨ lo cumple? Muy pocos. Es adictiva, pero dañino cuando no sabes controlarlo y mortal cuando consumes en exceso.

Solo por eso, la estoy besando y ni siquiera recuerdo su nombre. ¿Marisa? ¿Mónica? ¿Melany? ¿Magdalena? No, no, ninguno de esos fue el que me comentó hace un rato.

Sostuve con fuerza su cintura, sus manos vagan por las extremidades de mi cuerpo que le es posible alcanzar hasta finalmente detenerse en mi nuca. Cada roce deja mi piel ardiendo y no tengo dudas sobre que, en este mismo instante, esto es lo que quiero y no pienso parar hasta tenerlo todo. La habitación me parece asfixiante y ni siquiera me he tomado el tiempo de analizar en que sitio de la casa nos encontramos. Una gota de sudor baja por mi frente y ella la limpia con uno de sus dedos.

Los nervios se apoderaron de mí en el momento en que nos tambaleamos subiendo las escaleras por lo que dejamos de besarnos. Si me piden que describa lo que opino, vendría siendo que parecemos dos pubescentes nerviosos experimentando su primera vez, pero solo somos dos desconocidos que quieren follar y saciar frustraciones. ¡Guau! Sonó bastante majo.

La tomé por los muslos dejando que caiga en la cama. ¿Qué necesidad existe de ser delicado cuando parece que le gusta mi forma de tratarla, no quiero ser suave, y solo será un follón del momento que mañana ninguno de los dos va a recordar?

Cambié el rumbo de mis besos dirigiéndome a su cuello a la par que cuelo mi mano bajo su blusa. No hay pláticas, no hay caricias. Creía que no hasta que percibí como toca suavemente mi cabello colando sus dedos llegando a sentirse como un exquisito masaje, fue reconfortante hasta que me obligué a apartar su mano. Balbuceo algunas cosas que no entendí y la callé besándola. Apenas y podemos llevar el ritmo del beso.

Lo siguiente que recuerdo es como los dos nos desnudamos mientras nuestras manos y lenguas se enredan entre sí, acariciando y lamiendo cada parte de la piel expuesta que nos fuese posible. Sentí un pequeño momento de debilidad cuando, la luz de la noche se coló por las cortinas de la habitación que se balanceaban debido al aire y se refleja en su rostro. Puedo perderme en el océano que carga esta mujer en los ojos, es inauditamente hermoso. No estoy convencido sobre como un azul puede ser tan bello, tan intenso, tan indeleble, como el mar y sus ojos parecen transmitir la misma calma.

Sol de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora