capítulo 10 › Deflagración

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Deflagración: Arder súbitamente en llamas y sin explosión.
Melissa

Ayer había sido domingo de misa, mi hermano y yo fuimos con nuestra cara tratando de disimular que no gritara "resaca" por donde quiera que pasáramos. El sábado había sido bastante movido por la fiesta, y malamente pude caminar con el dolor en el culo que tenía. Mi hermano igual había quedado hablando con la misma chica con la que se entretenia todos los domingos y yo fui a mi banco al que hora después llegó Caleb.

—¿Por qué siempre te veo sola sentada en el mismo banco?

—Porque solo rezo para que todo esto acabe rápido y poder ir a mi casa a descansar.

Ni siquiera sabía como coños estaba sentada con el dolor de culo. Hablamos y me contó un poco sobre su familia. Tiene dos hermanas y vive con su madre. Caleb siempre parece estar alegre de la vida, pero en sus ojos no habían la misma emoción con la que me hablaba, pero como siempre desistí de analizar a las personas para no subestimarlas, apenas hablábamos en las misas y no sabia una mierda de su vida. Éramos simples conocidos.

—¿Te parece si salimos un día de estos? Una salida de amigos —aclaró agitando sus manos al aire.

—Bueno, no le veo el motivo a negarme —mamá me iba a dejar. Hace días me preguntaba que me traía con el hijo de la familia Martínez. Si le decía que iba a salir podía aprovechar para no hacer las cosas a escondidas.

—¿Podemos ponernos de acuerdo luego? —nos levantamos cuando la misa dio su inicio—. Esta semana estaré un poco ocupado con temas de familia.

—Por supuesto.

Los rayos atravesando la habitación es lo que me hace despertar, intento cubrirme con la colcha de nuevo tratando de dormir. Hoy no tenia que ir a la universidad y estaba seriamente agotada. La empleada me mueve un poco, llamándome, lo hace con miedo, como si no supiera la mejor manera de hacerlo o como si yo fuera a meterle un palo en el culo. Está que mola.

—Señorita, su mamá quiere que baje a desayunar —me suplica.

—Que se vaya al coño y cierra las putas ventanas —exigí. Como si hubiera hablado mierda se quedó de pie al lado de mi cama. Que lunes más trágico.

—Su hermano también la espera —me dijo.

Solté un bufido y mentalmente conté hasta cien para no ahorcar a mi madre y mi hermano que se empeñan en interrumpirme el sueño. Nunca hemos sido de desayunar juntos. No entiendo el puto arranque de querer hacerlo hoy.

—Dile que ya voy.

Sentí la puerta ser cerrada y tuve el instinto de cerrar los ojos pero no lo hice. Me lavé la cara y me duché. Bajé las escaleras y fui al comedor. Mamá estaba en la mesa desayunando con mi hermano que devoraba cuanto veía y papá no estaba, supuse que se le hacía tarde y tuvo que irse a trabajar.

Es raro y un poco incómodo. Cuando tengo que ir a la universidad desayuno en la cafetería o compraba cualquier cosa que me mantuviera despierta hasta las doce en la calle. Papá casi nunca estaba y mamá trataba de impartir su tiempo con nosotros cuando sabe que "deberíamos" estar en casa.

Mamá y papá se casaron y al año nacimos mi hermano y yo. Si, somos mellizos, pero no le atribuía a que haber estado nueve meses juntos en la misma barriga fue lo que nos hizo unidos, creo que todos tienen ese hermano que es como parte de nosotros. Teniamos todo lo que queríamos, incluyendo una estricta educación, seguridad y unas grandísimas reglas sobre cosas que no debíamos hacer que, sinceramente, mi hermano y yo nos lo pasábamos por nuestras partes privadas, sin que mi madre supiera, claro está. Solo nos teníamos a nosotros, ¿para qué una falsa amistad? Habían personas y personas, conocidos y amistades no tan fuertes.

Sol de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora