Maldita ansiedad

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Digan holaaaaaaaaaa posibles habitantes

Ashley

Luego del instituto las chicas y yo caminamos hasta el parque que quedaba a unas calles de ahí, nos separamos al tomar el camino a nuestras casas. Mientras caminaba observaba las calles de Portland repletas de personas secretos, risas, caos, gente mirándote o criticándote, calles con baches cubiertos por la nieve así como se cubren las mentiras, ves personas que quizás nunca te vas a volver a topar.

Al llegar noté que no había nadie, mis padres estaban fuera de la ciudad y Bonnie había salido. En ese momento contemplé mi soledad, subí las escaleras corriendo cuando llegue a mi habitación deje caer mi cuerpo lentamente en el suelo hasta quedar mirando directamente al techo de mi habitación. ¿Nunca se han preguntado porque nos sentimos constantemente mal?, a veces quiero pensar que mi vida es como un cuento, que la persona que me está escribiendo también está sufriendo, que no soy real y que el dolor es mental, que algún día mi cabeza se va a callar, que cuando vuelva a despertar ya no estaré en esta realidad o que quizás seré escrita por alguien más.

Después de divagar en mi cabeza, me levanté en busca de mi teléfono, eran casi las 5 pm, quiero salir a correr o ir a mi lugar favorito, son buenas opciones, pero las dos juntas estarían genial. Me gusta sentir ese lugar como si fuera mío, como si nadie más pudiera entrar, quisiera meterlo en una cajita de cristal para que nadie más lo pueda presenciar o tocar. Me he cohibido de llevar a alguien porque si lo hiera dejaría de sentirse mío es ese tipo de lugares que te hacen sentir especial, de los que te generan paz.

Me puse un suéter, bajé corriendo las escaleras en busca de la puerta, que me llevaría a la libertad al cruzar esas enormes puertas de roble, las frías corrientes de aire golpearon mi rostro, seguía corriendo como si eso dependiera mi vida sentía que nada me podía parar. Al llegar vi el campo abierto, un lugar lleno de árboles verdes, troncos por todos lados donde Podías ver a las ardillas balanceándose sobre los árboles, oír los pájaros cantar, había una pequeña cascada al fondo, su agua era cristalina. Podías admirar las rocas, ver los peses nadar, millones de mariposas revoloteaban por todos lados, pero lo que más me gustaba del lugar era su distintivo, un cerezo japonés era diferente a todo lo demás, sus hojas rosadas y blancas era algo que no se puede comparar, de verdad me gustaba este lugar había mucho el silencio, generaba paz.

¿Alguno de ustedes saben que es ansiedad?, ¿Alguno de ustedes alguna vez la respiración le ha empezado a faltar?

Cuando menos te lo esperas lo peor puede pasar, quien diría que en mi lugar favorito un ataque me empezaría a dar.

Mis piernas empezaron a fallar, no paso mucho tiempo hasta que caí al suelo, mi pecho se empezó a apretar, la respiración me empezó faltar y de la nada ya no podía respirar, mi corazón latía tanto que pensaba que de mi pecho se iba a saltar, un escalofrío paso por mi cuerpo sentí que iba a morir, mi vista se empezó a nublar una sensación de hormigueo me empieza atrapar.

No puedo respirar.

Nadie me puede ayudar.

Voy a volverme loca.

Voy a morir aquí y nadie me va a extrañar.

Una figura alta apareció frente a mí.

—¿Estás bien? — no podía hablar, no podía siquiera respirar, mi pecho subía y bajaba sin cesar.

Pareció entender que no podía hablar y se sentó frente a mí.

—Vas a estar bien vale —su tono de voz se tornó suave—. Me voy a quedar contigo hasta que te pase, ¿Cómo te llamas?.

Al final no sabemos decir adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora