Abrí los ojos sintiendo una resequedad terrible en mi garganta. Veía borroso, parpadeé varias veces hasta que logré enfocar la vista.
Había un vaso de agua en la pequeña mesa junto a la cama. No recordaba haberlo dejado allí, pero sin pensarlo me incorporé, lo tomé entre mis manos y bebí hasta la última gota, sintiendo un alivio tremendo.
Bostecé y llevé mis dedos a mis sienes, tenía unas jaquecas espantosas. Por supuesto, había bebido demasiado la noche anterior.
Inspeccioné la habitación, entonces ahogué un grito al ver aquella imagen que parecía un perfecto cuadro de Alphonse Mucha, el pintor checo de la sensualidad.
Abrí mis ojos como platos mientras sentía mariposas carnívoras en mi estómago. Dios. Contrólate, Isabella.
Eros estaba dormido, sentado en el sofá negro de cuero frente a la cama. Su rostro estaba hacia un lado, con expresión calmada, sexy y tierna. Incluso dormido era demasiado guapo. Tenía los brazos cruzados en su pecho, sus labios entreabiertos. Me paralicé al ver la erección en su entrepierna. Así que era cierto que los chicos amanecían así.
Respiré profundamente y aparté la mirada, regañándome internamente por parecer una pervertida.
¿Qué hacía él allí dormido?
Todos los recuerdos de la noche anterior vinieron a mi mente y maldije entre dientes recordando que había hecho el ridículo en todo su esplendor. Me levanté sin hacer ruido y en cuanto estuve a punto de entrar al baño, escuché que él carraspeó su garganta. Mordí mi labio inferior y me volteé despacio, esbozando expresión confiada en un intento de remediar mi desliz de ataque de celos totalmente innecesarios.
Él me observó con los ojos entrecerrados.
—Así que aun estás viva—bromeó con voz más ronca de lo normal y bostezó, mientras estiraba sus músculos.
Tragué grueso.
—Muy gracioso—respondí con fastidio.
Lucía tan lindo con el cabello despeinado. No, enfócate, Isabella. Es un idiota, se acostó contigo y te dijo que no quiere nada serio. Ten dignidad, mujer. Dignidad siempre tuve, pero había pensamientos que simplemente no se podían controlar.
Sus dedos jugaron con el piercing negro que perforaba su ceja, de repente estaba serio. Era demasiado bipolar y me sacaba de mis casillas.
—¿Qué haces aquí? Por cierto—le pregunté, cruzando los brazos en mi pecho.
Él rodó los ojos con hastío y se levantó.
—Evidentemente no te viste anoche, estabas borracha como una cuba. Agradece al menos que no te dejé tirada en el baño—me respondió y puso los ojos en blanco.
—Awww...ya había olvidado lo lindo y empático que eres—hablé con sarcasmo, aunque era cierto, él me había ayudado.
No hacía más que confundirme.
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Can Yøu Fix My Heart? (Psycho #1) © ✔️ [En físico]
Romance**En la elitista Universidad de Foster, el apellido pesa más que el nombre y el estatus lo es todo.** Cuando Isabella Heik pisa el exclusivo campus, se encuentra con los cuatro hermanos Case, el centro de todas las miradas y susurros. Son una visión...