4

306 45 14
                                    

— Cumpleaños feliz~ — terminó de cantar Sam, quien tenía un pastel en las manos y se acercaba a su hermana con una sonrisa radiante.

— ¡Yeiiiii! — celebró Manjiro, aplaudiendo, sin quitar ni un segundo la mirada del pastel. Gracias a eso, se ganó la mirada desaprobatoria de la cumpleañera.

— Feliz cumpleaños número nueve, (N)-chan — felicitó Emma, entregándole una bolsita — ésto es de parte mía... También de Mikey y el hermano Shin — explicó con una sonrisa, señalando a los antes nombrados.

— ¡Muchas gracias! — dijo casi en un gritó, con pequeñas lágrimas asomandose en sus ojos oliva.

— Aquí el sentimental soy yo, a ti no te queda — dijo Sam entre risas — ábrelo, me estás desesperando —.

— Idiota — murmuró, ganandose un zape en la nuca por parte de su hermano mayor.

Abrió la bolsa y miró su interior con suma curiosidad, extrañándose en demasía al saber que era el contenido.

— ¿Kame-chan? — preguntó mirando su peluche.

El gato de color naranja que tenía bordada una sonrisa perezosa; que estuvo con ella desde su primer respiró.

— ¿Por que Kame-chan está aquí? — preguntó alzando una ceja, comenzando a molestarse un poco por –seguramente– el secuestro que sufrió su gato de peluche.

— ¿No notas algo diferente? — preguntó el segundo mayor en la sala.

Dirigió de nuevo su vista al objeto en sus manos, provocando que sus ojos verdosos se abrieran tan grandes como dos discos de vinilo; y todos los que se encontraban observándola, podían jurar que en sus pupilas, se crearon millones de estrellitas.

— ¡Está reparado! — gritó, abrazando a su amigo más fiel.

El pobre gatito de peluche había tenido que pasar por tanto. Unos ejemplos serían: ser lavado junto a ropa roja y terminar de ese color por unos cuantos meses; perder uno de sus ojos, gracias a una pelea que tuvo en su escuela cuando unos niños lo raptaron para poder burlarse de ella; caerse en medio de la calle y que por cosas del destino, un auto le pasará por encima y casi todo el relleno se saliera de su interior.

En fin. Había pasado muchas cosas del las cuales salió vivo por un pelo.

Estaba completo –gracias a un milagro y ayuda de los dioses, tal vez– limpio, con algunos parches y un poco gordito porque le metieron algo de relleno extra.

— ¡MUCHAS GRACIAS! — terminó gritando para luego abrazar a los tres hermanos, responsables de la reparación de su preciado peluche.

— (N), no grites — le dijo su hermano, sobando sus cejas para ver si así se calmaba el creciente dolor de cabeza que estaba presentando.

— Perdón, Sammy —.

=•=•=

— No sabía que eras alguien tímido, Bajiro-chan — dijo entre pequeñas risas, esperando a que el chico le diera el regalo que tenía escondido detrás de su espalda.

— Deja de llamarme así — gruñó, poniendo sus ojos en blanco.

No le molestaba el nuevo apodo que la chica le había puesto, sólo era algo vergonzoso. Además, se había acostumbrado a escuchar «Kei-chan» desde que la conoció, aún no entendía de donde había sacado esa manera tan extraña de llamarlo.

Aunque, ella de por sí era una rareza andante.

Respiró profundamente, aguantando sus ganas de salir corriendo y dejarlo para después.

Se golpeó mentalmente por lo cobarde que estaba siento, ya era suficiente con esperar a que los dejaran solos en la sala.

— Toma... — murmuró, entregando una cajita algo torcida y mal hecha, de color verde y también tenía un lazo naranja, que parecía más bien un nudo cualquiera.

Ella se rió entre dientes, pero no con burla. Se había dado cuenta que él mismo había hecho la cajita con todo el esfuerzo y cariño del mundo, se imaginaba lo apenado que se encontraba en esos momentos.

— Quiero hacerte una promesa — siguió hablando el pelinegro.

Ella se mantenía en silencio, espectante a las siguientes palabras que saldrían de la boca con colmillos alargados.

— Cu-cuando... Cuando s-seamos g-grandes... ¡Agh! — soltó bastante molesto, su boca no le estaba obedeciendo y eso lo hacía enojar mucho — ¡Al diablo!... ¡Cuando seamos grandes, te casarás conmigo! ¡Prometo que te daré un anillo de oro! Pero ahora no tengo dinero para comprarte uno — murmuró lo último, deteniendo su griterío cuando se dio cuenta que la había sobresaltado — lo hice yo mismo, igual que la caja... Sé que no es un anillo, pero necesitaba darte algo para que veas que mi promesa seguirá en pie — culminó, dejando que la sangre subiera de golpe a sus mejillas. Ahora se encontraba avergonzado.

Ella abrió la cajita, sacando un collar de hilo que tenía un trocito de cuarzo rosa, envuelto cuidadosamente en un fino alambre plateado, colgando.

Se lo colocó de inmediato, luego fijó sus ojos en el pelinegro, quién le estaba haciendo competencia a una cereza.

— ¿Es una promesa, Bajiro-chan? — preguntó, sonriendo con dulzura.

— ¡Si! — dijo asintiendo rápidamente con la cabeza.

Ella lo abrazó, sorprendiendolo; pero termino correspondiendo a los pocos segundos.

— ¿Eso significa que ahora eres mi novia? — preguntó con mucha duda.

— Ah... Creo que si — murmuró comenzando a sonrojarse.

— ... —.

— ... —.

— ¡SAM, AHORA SOY TU CUÑADO! — gritó, sin separarse del abrazo.

— ¡EN TUS MALDITOS SUEÑOS, MOCOSO! — gritó de vuelta el hermano mayor de la más baja.

— JAJAJAJAJAJAJA —.

Bye bye~

Hasta el fin del mundo • Baji KeisukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora