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Los rayos de sol anunciando el comienzo de un nuevo día se hicieron presentes, golpeando su rostro con suavidad y dándole una leve picazón.

Abrió los ojos poco a poco, soltando un largo bostezo para terminar de despertar. Sabía que era algo tarde por la intensidad que comenzaba a tener el sol.

— Buenos días~ — susurró casi por instinto, abrazando más el cuerpo contrario.

Un inmenso vacío se instaló en su pecho al sentir la baja temperatura que tenía este; su tráquea se cerró con fuerza, amenazando con asfixiarlo en cualquier momento.

No queriendo alzar la mirada, no queriendo creer lo que estaba pasando. Quedó en estado de shock, deseando estar en una horrible pesadilla y que cuando despertara, todo estaría como siempre, con ella acariciando su cabello y soltando comentarios raros.

Pero no, era muy real.

— (N)... Dime qué estás despierta — dijo con la voz entrecortada, apretándola más entre sus brazos — respóndeme los buenos días, cariño — los sollozos se hicieron presentes, permitiendo que su labio inferior temblara con libertad —  (N)... ¡Despierta! ¡Maldita sea! — y por fin estalló en llantos — no, no, no, no... Me prometiste que no me dejarías solo... Que regresarías con Sam al apartamento... ¡Eres una mentirosa!... — agitó el cuerpo entre sus brazos, rogando que de esa manera, diera alguna respuesta — Te estoy hablando... P-por favor... Respóndeme —.

Dándole paso al dolor y sufrimiento, hundiéndose de a poco en un profundo abismo del cual no querría salir si ella no estaba en el mismo mundo que él. Una vez se dijo a sí mismo que sería su soporte, cuando en realidad, ella era el suyo.

— N-no morirás... t-tu... Tú volverás aquí conmigo... Y e-en algu-algunos años... Más... Tendremos una familia — repitió las misma palabra de esa noche en el parque frente al edificio.

Sus lágrimas no daban señal de detenerse y él tampoco hacía el intento de limpiarlas. Dejarlas correr era lo mejor que podía hacer en esos momentos.

=•=•=

Le aliviaba el hecho de que se fuera con tranquilidad, sin dolor ni agonía.

Simplemente su corazón dejó de latir cuando el sueño profundo reinaba en su cuerpo, abandonando la vida en segundos, sin percatarse de que eso estaba ocurriendo.

Pero.

¿Cómo se quitaba ese punzante dolor al ver que no abría sus lindos ojos oliva?.

El llanto paró hace un rato, pero el estado de shock no se iba en lo absoluto.

Pensando en que ella aún estaba ahí, que en cualquier momento regresaría a besarlo y decirle que todo fue un chiste de muy mal gusto.

Sam parecía ser el menos destrozado. Exacto, parecía. El mayor de los hermanos Gross era quien más estaba sufriendo, pero se mantenía fuerte ante los ojos de los amigos de su hermanita y la pareja de esta misma. Nadie era consciente del horrible sabor amargo que dejó en su boca el ver cómo la cubrían con esa blanca tela del demonio que tantas pesadillas le había dado. Aunque... Ahora, esas pesadillas eran una realidad.

Les entregaron las pertenencias de la chica en una caja horas después de anunciar su muerte. El de cabello negro pidió que lo dejaran estar un poco más tiempo en esa habitación; ahora se encontraba sola y muy fría, como si nadie antes había estado ahí. Sam aceptó, pues prefería ir a llevar las pertenencias de su hermana al apartamento, y tampoco creía poder soportar un minuto más en ese hospital tan asquerosamente impecable y blanco.

Abrazó la bufanda amarilla con fuerza, olfateando el aroma de la chica que aún quedaba impregnado en el trozo de lana que él mismo había confeccionado para ella. Miró su mano derecha, donde en su dedo anular estaba el anillo de cobre que simbolizaba la unión en matrimonio, –no legal, pero el significado y valor sentimental era innegable– que le dió apenas hace unos días atrás.

Rompiendo en llanto nuevamente y preguntándose.

«¿Por qué ella y no cualquier otra persona en el mundo?»





Bye bye~

Hasta el fin del mundo • Baji KeisukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora