Volvía a ser lunes, el camino hacia la escuela resulto ser mucho más placentera que lo usual. Mi lista de patinaje había sido cambiada drásticamente, escuchando únicamente las canciones que Noah y yo habíamos escuchado en la noche. Cambiaba drásticamente de tono, desde canciones metal, rock, hasta canciones depresivas con letras que nadie entendía.
Cada canción tenía su recuerdo, su sensación y su significado.
Oh, ángel enviado desde arriba,
Sabes que haces que se ilumine mi mundo.
Cuando estaba triste (de bajón, abajo), cuando me dolía,
Tú viniste a elevarme.
Haces que me sienta borracho y drogado.
Oía cada canción, recordando cada sensación, reviviendo cada recuerdo
Me hacía sentir ... viva.
Esa noche, fue la primera vez, en cinco años, que no necesite de la droga para dormir.
∞
El sonido aún inundaba mis tímpanos al llegar al colegio, teniendo cuidado al pisar los escalones de la entrada para no caerme. Hubo un tiempo en el que todos me miraban, preguntándose ¿quién carajos llegaba tan temprano a la escuela patinando?
Al cerrar mi locker, sentí la presencia de alguien, e inmediatamente supe quién era.
—hola, extraño— dije con mi sonrisa presumida, aun viendo la locker.
—hola, extraña—
La clase estaba especialmente aburrida, hablando sobre la homosexualidad de Shakespeare. No entendía a William, ni el porqué del éxito de sus obras. Las había leído, y no pude pasar más de la mitad de Hamlet. Definitivamente el teatro no era para mí. Recordaba haber visto el título de Romeo y Julieta en el escritorio de Noah.
Pronto empecé a soñar despierta, dejando ir por completo de clase.
La maestra de taller emocional no dejaba de hablar sobre la magnífica creación de las mándalas. Expresaba cada palabra con una emoción tal que me preguntaba si realmente las mándalas ayudaban tanto. Pero pronto recordaba que ya había intentado esa técnica con mi psicóloga, y no había funcionado. Cada color representaba una emoción. Si era muy oscura y triste, estabas deprimida. Si era excesivamente pintoresca y colorida, quizá estabas delirando. Cada maldita línea significaba algo, por lo cual solo hacía círculos y ponía cualquier color en cualquier parte, dificultando el trabajo de la psicóloga.
Había decidido que era tiempo de salir un rato de la clase, porque mi ansiedad se apoderaba de mí, ya que había comenzado a morder mi mano con fuerza. Pedí permiso para salir a la enfermería, justo antes de que el timbre estallara, taladrándome la cabeza.
El camino hacia los baños era muy corto, por lo que llegue rápido a unos de los baños, sentándome en la taza, metiendo mi cabeza entre mis manos, moviendo histéricamente las piernas. Otro maldito ataque de ansiedad.
El ruido de todos saliendo de sus clases, metiéndose y saliendo del baño, el sonido de las sillas arrastrándose sobre mi cabeza. Todo hacía que mi mente dejara de funcionar por un momento, y le dejara el cargo a mi corazón. Que irresponsable había sido mi cerebro ese día. Mi corazón no hacía más que latir fuertemente, dejando todo en segundo plano.
Pensaba en Noah, intentaba enfocar su imagen en mi mente, recordar su tacto, sus dedos en mis labios. Todo lo que fuera para tranquilizarme. Hasta que las voces de unas personas me despertaron de mi intento desesperado de tranquilizarme.
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Nuestra dulce tortura.
Lãng mạnCamilie y Noah, quienes recientemente se habían conocido, forjaron una amistad igual de fuerte que un diamante. Pasarían todo su tiempo juntos, olvidándose de todo lo demás y de todas sus sombras. Pronto, su amistad se iría transformando, del amor h...