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Bailamos durante mucho tiempo, saltando de un lado a otro, oyendo Livin on a Prayer, sin miedo a romper nada, ya que no había nada que romper. La música estaba tan alta que temía que interrumpieran el momento de cercanía que experimentábamos. Me imaginaba un hombre aun con piyama, cabello despeinado y ojeras pronunciadas, molesto por la música que estuchábamos; le diría que fuera a molestar a alguien más, le cerraría la puerta en la cara y volvería con Noah, como si nada hubiera pasado. La idea me hacía reír, porque por muy loca que parezca la idea, por Noah, lo haría.

Noah sacándome de mis pensamientos alzo un dedo y se dirigió a la bocina de ricos, cambiando la canción a una más tranquila. Me aliviaba, ya que mis pies ya no soportaban estar parada más tiempo. Los dos nos acostamos en el piso, respirando entrecortadamente.

—dime dos cosas de ti que casi nadie sepa— dijo rompiendo el silencia, cuando ya habíamos recuperado el aire.

—al comer cereal, leo toda la información de la caja y cuando era pequeña me metí una piedra en la nariz. Me miro serio, y súbitamente se soltó a reír

—¿esas son tus dos anécdotas? — se movía a un lado a otro, retorciéndose por la risa mientras sonaba fuertemente me n u de Trombone de frutas —esperaba algo profundo e inspirador, pero al parecer nos enfocaremos en lo trivial.

—¿que se supone que debo decir?, la vida es un ciclo, nada tiene fin porque no comienza, la felicidad según Sócrates no es correcta, Asia supera a la luna en superficie, hay 119 calorías en 1 taza de lucky charms— lo mire con indignidad, provocando que riera más

—¿enserió te aprendiste la información nutrimental de los lucky charms?, sí que eres rara

—y de los Cinnamon Toast— presumí alzando la ceja

—y tú, cuéntame dos cosas que casi nadie sepa de ti— le pregunte, impaciente por escuchar su respuesta

—al ensuciarme un zapato cuando era niño, ensuciaba el otro para que quedara exactamente igual, si había un maldito hoyo en la suela de uno de los zapatos, creaba otro maldito hoyo en el otro, aunque me mojara ambos pies

Reía por su extraña definición de profundidad e inspiración

—¿sufres de lago tipo de trastorno obsesivo-compulsivo?

—espera, aún no he terminado— poso un dedo en mis labios callándome por la repentina unión de nuestras pieles. No hablo por un momento, suspiro fuertemente y volteo su cabeza, mirando la pared oscura de su habitación. Su nariz era completamente recta, sus pestañas parecían suaves, y al pestañear parecía una seda fina moviéndose por el viento. Sus labios eran un poco pálidos y hacían resaltar el color maple de sus ojos.

—tengo miedo

Ambos permanecimos en silencio, mirándonos el uno al otro, sin usar palabras, sino miradas para comunicarnos.

Poco a poco sentí como una lágrima recorría mi mejilla, al notar que él también soltaba lágrimas. Pude sentir su dolor. Él no estaba acostumbrado a la soledad, porque por mucho tiempo había estado acompañado.

Hacía unos días, no pude evitar indagar más en sus padres, indagar buscando respuestas.  ¿Por que esta familia, había dejado tofos sus lujos, su ciudad y la sed de su trabajo para mudarse a este lugar? Horrorizada encontré la respuesta, tras algún tiempo planteándome si quería descubrir la razón.

—¿ por que tienes miedo Noah? — la música había dejado de sonar, solo se oía el sonido del viento en el exterior y el leve crujido de la madera debajo de nuestros cuerpos juntos.

—mi hermana, Caroline, no pude salvarla— lo miré con ojos tristes y mirada benevolente

—no tienes que hablar sobre ello si no...— antes de terminar la frase, me interrumpió, posando nuevamente su dedo en mis labios, suavemente, como tocando algo muy delicado y sagrado. Únicamente a él le permitía tocar una parte tan especial, una parte que estaría dedicada exclusivamente a él.

—era una persona un tanto problemática, salía cada noche por el enojo de no tener  la atención de sus padres, ninguno de ellos nos prestaba la atención suficiente, estaban tan ocupados en ellos mismo y en su trabajo que nos dejaban como segunda prioridad. Mi hermana, una noche salió a beber con su grupo de amigos, un grupo de ineptos, y egoístas, mayores de edad. No les preocupo que mi hermana regresara a casa ebria, completamente fuera de sí. No viro a su alrededor y un auto la golpeo. — Noah aun con su mirada en el techo, no movía más que sus labios. Le miraba con ojos llorosos, llenos de tristeza, una tristeza que era ajena. Mi piel sentía escalofríos, provocada por la temblorosa voz de Noah. Su voz era el único indicio de su dolor, porque estaba tan quieto que parecía exánime

—estuvimos dos días, a lado de ella en la cama de hospital, deseando que reaccionara, pero lo único que paso fue todo lo contrario, su corazón estaba tan dolido, que no pudo luchar más, y dejó de latir.

Volteo su cabeza poco a poco hacia mí, incitando a una lágrima recorrer su nariz.

—tengo miedo a perder alguien más, perder a mis padres, perderte a ti...— le miré esbozando la sonrisa más sincera que había dado nunca a nadie y aun con mis mejillas húmedas prosiguió diciendo:

—en tan poco tiempo, te me has metido en la piel, tengo miedo...—

Esta vez fui yo quien poso un dedo en sus tersos labios. Me levanté rápidamente, sintiendo su mirada recorrerme al atravesar a la habitación hacia la bocina que no sabía usar. Busque una canción. Mystery of love de Sufjan Stevens. Al oír el primer sonido de la mandolina, corrí hacia Noah, volviendo a acostarme en la alfombra suave de su habitación.

—cuando te sientas solo, oye esta canción y me recordaras..., aunque muera, esta canción estará para siempre, a menos que no sepas escribir

Se soltó a reír levemente, dejando más relajado su cuerpo tenso, sus ojos volvieron a tener esa chispa y al relajar su hombro, su clavícula volvió a su estado original.

—puede sonar egoísta, pero, aunque odie con toda el alma ver gente llorar, no puedo evitar amar tus ojos al hacerlo

—solo a ti te permitiré verlos de ese modo Nohi

Sentí su sonrisa en mi pecho.

Nuestra dulce tortura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora