Marie y su esposo no se habían percatado de nada, por la sonrisa amistosa que me dieron al salir de su casa, cruzando la puerta por última vez. Sabía muy bien que sería la última vez que la haría. El cielo desnudo era gris, los árboles ya habían perdido todas sus hojas, y mis lágrimas brotaban si parar como las minúsculas gotas de lluvia que caían suavemente en mi frente.No escuchaba lo que Noah me decía, no quería escuchar su dócil voz. No quería verle a los ojos. No podía amarlo.—! Camile!— pare de golpe, acortando nuestra distancia al oír el estruendo de su vozNo me importo que me escuchara llorar, ya no había nada peor.Me volteé para intentar verlo a los ojos. Estos estaban rojos, llenos de lágrimas retenidas, su cara estaba roja y sus manos formaban puños.Esas manos que ya no volvería a sentir.—Camile— pronuncio mi nombre de la forma más dulce que podía intentando tomarme en brazos—no— le alcé un dedo, pero aun así se acercaba a mí—NO— al gritarle solo provoque que esas lágrimas emanaran de sus ojos vidriosos. El dolor que me provocaba verlo llorar, creaba el querer abrazarlo, tocarlo y consolarlo.
No obstante, ¿Cómo se puede consolar este sentimiento?
Comencé a caminar rápidamente, dejándolo atrás, de mí y de mi vida.—¿Cuál es tu nombre?— gritó importándole muy poco el que pudieran oírnos.—¿Cuál es tu nombre, Camile?— seguía gritando, intentando acercarse más a mí.
—Angelina Camile Dubois JonesCon las últimas de mis fuerzas, mi voz quebradiza y fina, le regalo la última frase que escucharía—lo siento—Camine hacia mi casa, dejándolo con su sentimiento, sus lágrimas y mis promesas.
ESTÁS LEYENDO
Nuestra dulce tortura.
RomantikCamilie y Noah, quienes recientemente se habían conocido, forjaron una amistad igual de fuerte que un diamante. Pasarían todo su tiempo juntos, olvidándose de todo lo demás y de todas sus sombras. Pronto, su amistad se iría transformando, del amor h...