Noah
Chicago se había vuelto para mí, el lugar más repulsivo de mi mundo. Dejábamos detrás, mis padres y yo, cualquier oportunidad de ser parte de la venganza de algún desconocido consabido. Tenía presente constantemente, con la música perforando mis oídos, que conseguiríamos paz con nuestro nuevo destino, el cual habíamos sido obligados a experimentar.
El viaje en nuestro auto fue otro recordatorio de que Chicago ya no era parte de nuestra vida.
Ya no era parte de mí.
Mudarse había sido la forma más precipitada y fácil de cortar toda conexión con el pasado. Nuestro auto no dejaba sentir los pequeños relieves de la carretera por el simple hecho de que no existían, esto me creaba un enorme sentimiento de satisfacción porque toda la carretera estaba impecable, completamente consistente en color y textura.Pero adiós carretera perfecta.
Con mucha vergueza, pase aquellas horas escuchando musica, en lugar de leer "El arte de la guerra" por decima vez. El movimiento del auto no me permitia enfocarme en las palabras, causandome dolor de cabeza constante.
Paulatinamente la carretera se fue convirtiendo en una calle irregular mal construida, llena de piedras . Por cierta parte, dejando afuera mi constante necesidad de ver excelencia, sonreía al evidenciar que Chicago ya estaba muy, muy atrás, y que nunca volvería a mí o a mi remembranza, que tan malas rachas me había causado.
Estaba especialmente desanimado al llegar a nuestra casa nueva, que mis padres habían tardado en encontrar, gritándose el uno a otro, intentado tomar el mando de copiloto. Era exactamente igual a nuestra anterior casa, la riqueza se podía percibir en las paredes, aun siendo de noche.
Estaba construida en su totalidad de madera, pintada de blanco, sus ventanas eran excesivamente grandes, efectuando que todo lo que se encontraba dentro de la casa se hiciera asunto de los demás; su puerta, que se hallaba a medio escalón del patio previamente cortado por quien sabe quién, era de madera oscura. Todos los muebles ya habían sido desalojados por la mudanza, pero mi madre, sin que le importara el hecho de que fuera de noche, cargo dos cajas grandes de cartón, conteniendo sus tan preciados recipientes de repostería.
Se había obsesionado con la repostería, hacía unos meses cuando se decidió a preparar el mejor pay del mundo. El primero que había horneado lo había botado a la basura, el segundo había salido muy sobre cocido, por no decir que parecía carbón, el tercero muy crudo, y el cuarto, solo diré que su relleno era comestible.
Y me llamaban a mi obsesivo.
Después de conseguir cargar tres cajas pesadas, colocándolas en el piso de mi nueva sala, decidí dar una vuelta a la casa, no obstante, al salir de la entrada de la casa, advertí que alguien me observaba.
Quizá eran los árboles que por el viento provocaba el susurro de sus nombres , o únicamente la habitual obstinación de los vecinos. Pero no demore en darme cuenta de que se trataba solamente de una persona, que me veía a través de su ventana, con sus cortinas cubriéndole el cuerpo. Se quedó mucho tiempo en esa posición, aunque al cabo de una eternidad, bajo su ventana, cerro sus cortinas y no volvió a aparecer.Sería cuestión de tiempo de que se reviviera la misma historia, la única diferencia es que esta vez
me contaría a mí como víctima.
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Nuestra dulce tortura.
RomanceCamilie y Noah, quienes recientemente se habían conocido, forjaron una amistad igual de fuerte que un diamante. Pasarían todo su tiempo juntos, olvidándose de todo lo demás y de todas sus sombras. Pronto, su amistad se iría transformando, del amor h...