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Noah

Lo había dicho. Logre decirlo. Al contarlo, sentí la misma sensación en mi garganta, provocando que mi voz tambaleara, pero aun con ese dolor me sentí en paz, liberado, a salvo. Las lágrimas de Camile me mostraron condolencia, amistad, incluso amor. Ambos éramos tan trasparentes el uno con el otro, que era tan fácil declarar algo doloroso. Al mirar el techo, por fin liberé mis verdaderas lágrimas, no unas de odio. Sin embargo algo que no me imagine paso. Al ver el rostro de Camile, me di cuenta de algo. Estaba profundamente enamorado de ella. En tan poco tiempo, la había conocido más que cualquier otra persona, justo como ella me conocía más que nadie. Mi mente al admirar su belleza interior, pronunciaba su nombre millones de veces, como si de una medicina se tratase. Sabía muy bien que ella no era mi medicina, era mi solución.

Observaba su figura corriendo a través de mi habitación, posando sus delicadas manos en la bocina, buscando una canción. Otra canción que conocía bien. Pero ahora, no la escucharía para sollozar, la escucharía para recordarla a ella, recordar sus ojos grises, su empatía tan grande, su sensibilidad. A partir de ese momento, escucharía su canción por el resto de mi vida. Su rostro estaba húmedo, por todas aquellas lágrimas que me había dado, el final de sus pestañas contenían pequeñas gotas de su sollozo, y sus ojos estaban tan brillantes que parecían un espejo, un espejo roto.

Nunca había estado tan hipnotizado en sus ojos como lo estaba ahora. Eran igual de hermosos que un amanecer, tan trasparentes como el agua, y tan adictivos como una droga. Con ella era tan egoísta, que solo yo anhelaba sentir el sentimiento que me provocaba. Únicamente yo quería admirar sus ojos llorosos.

—puede sonar egoísta, pero, aunque odie con toda el alma ver gente llorar, no puedo evitar amar tus ojos al hacerlo

—solo a ti te permitiré verlos de ese modo Nohi.

Sonreí en su pecho, repentinamente sintiendo aquella dicha que me provoco oír sus palabras.

No podía soltarla. No quería hacerlo.

—quédate conmigo esta noche—

Nuestra dulce tortura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora