Noah
Después de encontrar la muda de ropa para dormir entre mis cajones de madera, decidí cambiar de ropa, confiando en que Camile siguiera observando los libros del escritorio. Estaba tan nervioso que mis manos temblaban dificultado el trabajo de coordinarlos para quitarme la ropa. Mis pantalones ya estaban puestos, mientras me terminaba de bajar la camisa de satín verde claro. Me encontré con la mirada de Camile, observándome sin decir palabra alguna.
∞
Al voltearme para dejarla cambiarse, mi cuerpo estaba nervioso, mi corazón estaba tan agitado, mi cuerpo tan excitado que solo deseaba voltearme y contemplar el suave relieve de sus pechos sobresalir de su sostén, ver sus piernas desnudas e hipnotizarme con sus ojos. Solo dejaría de verlos para besar sus suaves labios.
¿Por qué me causaba este hormigueo en el abdomen?, ¿porque me hacía sentir todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo?, ¿porque me hacía despertar? La gravedad volvió al verla correr con mi ropa hacia mi cama, cayendo en ella como una paracaidista.
—pareces una niña— le dije burlándome de su comportamiento infantil que solo me mostraba a mí. Estaba consciente de ello, porque ella solo dejaba ver su lado directo, observador e intimidante a los demás. Si solo supieran que había mucho, mucho más que admirar en ella. No era directa, era realista, no era observadora, era curiosa, y no era intimidante, solo veía con toda la verdad de sus ojos.
Me acerqué a la puerta girando su manija para cerrarla. Jamás había dejado entrar a alguien, y si mis padres la vieran dormir en mi cama, con mi ropa, cosa no muy probable, ya que llegaban a dormir por horas, la verían con otros ojos. Quizá pensarían que lo habíamos hecho, pensaría que era como cualquier otra chica. Ya no la verían como yo la veo.
Pronto se quedó dormida, como si le fuera fácil hacerlo. Hacía mucho tiempo que se me hacía difícil, como si mi cuerpo nunca había aprendido a dormir. Cada noche, cada maldita noche, era una tortura. Sentía la sangre en mis manos temblorosas, notaba el estrés en mi nuca tensa, notaba caer las múltiples lágrimas saladas por mis mejillas; todo esto viendo el cuerpo de mi hermana intentando levantarse de su agonía. Me gritaba, diciéndome que era mi culpa, que era mi deber cuidarla. Que yo la había matado. Pero... mis ojos, sorpresivamente empezaron a actuar, mis parpados comenzaron a descender.
No deseaba dormir.
No era el miedo a sentirla culpa, a despertarme con la sensación de la sangre entre mis dedos; era por el simple hecho de contemplar el cuerpo de Camile ser iluminado por la luz de la luna y notar sus piernas rodear las mías, como si lo hubiéramos hecho un millón de veces. Cada una de estas cosas, me hacía enamorarme más y más de ella.
Por fin había encontrado la perfección, justo como había logrado dormir por primera vez en mucho tiempo. Soñé.
Soñé con sus ojos frente a mi, cerrándose solo para juntar sus labios con los míos.
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Nuestra dulce tortura.
RomanceCamilie y Noah, quienes recientemente se habían conocido, forjaron una amistad igual de fuerte que un diamante. Pasarían todo su tiempo juntos, olvidándose de todo lo demás y de todas sus sombras. Pronto, su amistad se iría transformando, del amor h...