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La compañía de Camile era perfecta. El estar con ella era sentir que todo encajaba, que todo se unía delicadamente, sin errores; todo fluía. Pasábamos horas riendo, charlando y produciendo historias tan raras, que sentimos las miradas disgustadas de todos al oírlas. Cada mañana, sin falta, me dirigía a mi locker, anhelando que ella estuviera con su típica risa sarcástica, alegrando mi día inmediatamente. En tan poco día se había convertido en una amiga, una amiga tal, que no escondería nada de mí. Mi primera amiga en este pequeño pueblo, que tuvo que llegar a mi mundo sin mi permiso. Solo ella me hacía carcajear, haciendo que cada una de esos pensamientos desaparecieran como una aguja en un pajar.En los primeros días, me preguntaba por qué ella no tenía amigos, o por qué nadie parecía hablarle. Me sorprendía tanto; era hermosa. Su cabello suave rojizo, sus ojos casi trasparentes, su rostro simétrico, su personalidad, todo su ser.No me tomo mucho tiempo darme cuenta, que era simplemente, porque era demasiado perspicaz, ingeniosa y lista. Pero a diferencia de ella, yo no contaba con la magnitud de su mente, fui por mucho tiempo el juguete de las damas superficiales, muertas de hambre y de manos muy juguetonas. Aquí en Georgia, me curioseaban al pasar por la puerta de entrada blanca de la escuela, como si quisieran devorarme. Era otra cosa que no comprendía. En Chicago, todas me buscaban por mi dinero, por mis lujos, no porque fuera especialmente atractivo. Sin embargo aquí, nadie sabía quién era, y aun así me miraban como si no fuera un ser humano, sino como un objeto, algo que pueden poseer.No era nada comparado con la cristalina mirada que me daba Camile todas las mañanas al saludarla con mi típico "hola, extraña". Me miraba con sinceridad con aquellos ojos tan hipnotizantes, con aquella miraba que perforaba cada maldito muro que había creado con mis lágrimas congeladas.

Cada. Maldito. Muro

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En otro típico día, me levantaba de mi asiento rápidamente, el cual estaba posicionado justo en medio de la clase, intentando evitar cruzarme con cualquier ojo femenino. Pero como todos los días, me era imposible. Estas chicas viajaban en el tiempo.
—Noah, ¡Hola! — me saludo exclamando fuertemente— algunos amigos irán mi casa para estudiar para el examen, ¿ te gustaría venir? — me miraba tan intensamente, que no podía evitar apartar la mirada, y retroceder el hombro que ya había atrapado con su mano curiosa.
—lo siento Ana, pero estoy muy ocupado para tomar alcohol a lo loco y drogarme porque si
—pero es un grupo de estudio! — me contesto mientras le daba la espalda rápidamente, escapando de sus garras.Caminaba con mis manos a los lados, pasando por la entrada del comedor típico americano, observando a todos comiendo, riendo y gritando idioteces. Buscaba con la mirada a Camile, quien siempre estaba en su locker, admirando su música a todo volumen con sus grandes audífonos blancos, observando todo lo que su mente lograra captar. Constantemente intentaba sorprenderla, pero aun con su música, que podía identificar a distancia de ella, lograba verme mucho antes de asustarla.
—¿listo para conquistar el mundo?— me preguntaba bajando la mirada, mirándome a los ojos.

Con ella, claro que sí.

Nuestra dulce tortura.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora