08 | Lessons

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.:. CHAPTER EIGHT .:.
(CLASES)

Al dirigirse a los invernaderos, vieron al resto de la clase congregada en la puerta, esperando a la profesora Sprout

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Al dirigirse a los invernaderos, vieron al resto de la clase congregada en la puerta, esperando a la profesora Sprout. Harry, Ron, Emma y Hermione acababan de llegar cuando la vieron acercarse con paso decidido a través de la explanada, acompañada por Gilderoy Lockhart.

La profesora Sprout era una bruja pequeña y rechoncha que llevaba un sombrero remendado sobre la cabellera suelta. Generalmente, sus ropas siempre estaban manchadas de tierra. Gilderoy Lockhart, sin embargo, iba inmaculado con su túnica amplia color turquesa y su pelo dorado que brillaba bajo un sombrero igualmente turquesa con ribetes de oro, perfectamente colocado.

—¡Hola, qué hay! —saludó Lockhart, sonriendo al grupo de estudiantes—. Estaba explicando a la profesora Sprout la manera en que hay que curar un sauce boxeador. ¡Pero no quiero que piensen que sé más que ella de botánica! Lo que pasa es que en mis viajes me he encontrado varias de estas especies exóticas y…

—¡Hoy iremos al invernadero 3, muchachos! —dijo la profesora Sprout, que parecía claramente disgustada, lo cual no concordaba en absoluto con el buen humor habitual de ella.

Se oyeron murmullos de interés. Hasta entonces, sólo habían trabajado en el invernadero 1. En el invernadero 3 había plantas mucho más interesantes y peligrosas. La profesora Sprout tomó una llave grande que llevaba en el cinto y abrió con ella la puerta. A Emma le llegó el olor de la tierra húmeda y el abono mezclados con el perfume intenso de unas flores gigantes, del tamaño de un paraguas, que colgaban del techo. Estaban entrando cuando la voz de Lockhart los hizo detenerse.

—¡Harry! Quería hablar contigo… Profesora Sprout, no le importa si retengo a Harry un par de minutos, ¿verdad?

A juzgar por la cara que puso la profesora Sprout, si le importaba, pero Lockhart añadió:

—Sólo un momento —y le cerró la puerta del invernadero en las narices.

La profesora Sprout estaba en el centro del invernadero, detrás de una mesa montada sobre caballetes. Sobre la mesa había unas veinte orejeras. Cuando Harry ocupó su sitio entre Ron y Emma, la profesora dijo:

—Hoy nos vamos a dedicar a replantar mandrágoras. Veamos, ¿quién me puede decir qué propiedades tiene la mandrágora?

Sin que nadie se sorprendiera, Hermione fue la primera en alzar la mano. Lo que si les sorprendió es que Emma también lo hiciera, cosa extraña porque ella no solía participar en Herbología. La profesora Sprout le concedió la palabra a Emma, alegre de que por fin se animará a participar.

—La mandrágora, o mandrágula, se utiliza para volver a su estado original a la gente que ha sido transformada o encantada.

—Excelente, diez puntos para Gryffindor —dijo la profesora Sprout—. La mandrágora es un ingrediente esencial en muchos antídotos. Pero, sin embargo, también es peligrosa. ¿Quién me puede decir por qué?

Al levantar velozmente la mano, Hermione casi se lleva la nariz de Ron con ella. Emma sabía la respuesta, pero también sabía que a Hermione le encantaba participar en clase y le ponía muy contenta cuando ganaban puntos, y ella no le quitaría esa felicidad.

—El llanto de la mandrágora es fatal para quien lo oye —respondió Hermione instantáneamente.

—Exacto. Otros diez puntos —dijo la profesora Sprout—. Bueno, las mandrágoras que tenemos aquí son todavía muy jóvenes.

Mientras hablaba, señalaba una fila de bandejas hondas, y todos se echaron hacia delante para ver mejor. Un centenar de pequeñas plantas con sus hojas de color verde violáceo crecían en fila.

—Colóquense unas orejeras cada uno —dijo la profesora Sprout.

Hubo un forcejeo porque todos querían tomar las únicas que no eran ni de peluche ni de color rosa.

—Cuando les diga que se las pongan, asegúrense de que sus oídos quedan completamente tapados —dijo la profesora Sprout—. Cuando se las puedan quitar, levantaré el pulgar. De acuerdo, colóquense las orejeras.

Emma se las puso rápidamente. Insonorizaban completamente los oídos. La profesora Sprout se puso unas de color rosa, se remangó, tomó firmemente una de las plantas y tiró de ella con fuerza.

Para opinión de Emma, se veía más horrible que en los libros que había leído. En lugar de raíces, surgió de la tierra un niño recién nacido, pequeño, lleno de barro y extremadamente feo. Las hojas le salían directamente de la cabeza. Tenía la piel de un color verde claro con manchas, y se veía que estaba llorando con toda la fuerza de sus pulmones.

La profesora Sprout tomó una maceta grande de debajo de la mesa, metió dentro la mandrágora y la cubrió con una tierra abonada, negra y húmeda, hasta que sólo quedaron visibles las hojas. La profesora Sprout se sacudió las manos, levantó el pulgar y se quitó ella también las orejeras.

—Como nuestras mandrágoras son sólo plantones pequeños, sus llantos todavía no son mortales —dijo ella con toda tranquilidad—. Sin embargo, los dejarían inconscientes durante varias horas, y como estoy segura de que ninguno de ustedes quiere perderse su primer día de clase, asegúrense de que se ponen bien las orejeras para hacer el trabajo.

»Cinco por bandeja. Hay suficientes macetas aquí. La tierra abonada está en aquellos sacos. Y tengan mucho cuidado con las Tentacula Venenosa, porque les están saliendo los dientes.

Mientras hablaba, dio un fuerte manotazo a una planta roja con espinas, haciéndole que retirara los largos tentáculos que se habían acercado a su hombro muy disimulada y lentamente.

Harry, Ron, Emma y Hermione compartieron su bandeja con un muchacho de Hufflepuff que Emma conocía de vista, pero con quien no había hablado nunca.

—Justin Flinch-Fletchley —dijo alegremente, dándole la mano a Harry—. Claro que sé quién eres, el famoso Harry Potter. Y tú eres Hermione Granger, siempre la primera en todo. —Hermione sonrió al estrecharle la mano—. Emma Williams, simplemente no hay palabras para describirte: buena en clase, amable, valiente —Justin suspiró y Emma solo se limitó a sonreírle. Harry lo miró con el ceño fruncido—. Y Ron Weasley. ¿No era tuyo el coche volador?

Ron no sonrió. Obviamente, todavía se acordaba del howler.

Justin había estado hablando sobre la "impresionante" valentía de Lockhart. Emma, que era una verdadera amante de los libros, tenía la impresión que lo que decía Lockhart era pura palabrería.

Al final de la clase, Emma, al igual que los demás, estaba empapada en sudor y estaba llena de tierra. Volvieron al castillo para lavarse un poco, y los de Gryffindor marcharon corriendo a la clase de Transformaciones.

Las clases de la profesora McGonagall eran siempre muy duras, pero aquel primer día resultó especialmente complicado. Tenían que convertir un escarabajo en un botón, Emma lo había intentado ya varías veces pero seguía sin tener efecto alguno.

A Harry se le caía el escarabajo al suelo cada cinco segundos, y a Ron le iba aún peor. Su varita se había roto y la había recompuesto con un poco de cinta que le habían dado, pero parecía que la reparación no había sido suficiente. Crujía y echaba chispas en los momentos más raros, y cada vez que Ron intentaba transformar su escarabajo, quedaba envuelto en un espeso humo gris que olía a huevos podridos. Incapaz de ver lo que hacía, aplastó el escarabajo sin querer y tuvo que pedir otro. A la profesora McGonagall no le hizo mucha gracia.

Para cuando sonó la campana de la comida, Emma había conseguido dos botones y estaba muy orgullosa de sí misma.

Emma y La Cámara de los SecretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora