Cambiaformas

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—Necesito ir a casa con Erick —exigí súbitamente haciendo que Sam volteara los ojos en blanco y traqueara su cuello en un gesto que solo podía ser descrito como muy suyo—. Disculpa, pero no planeo quedarme aquí ni otro segundo.

Jensen intentó llevarme la contraria de la forma más delicada posible, como siempre lo hacía, pero Sam se adelantó a reprocharme antes de que el rubio tuviera una oportunidad siquiera. Adentrándose en la habitación de Lachlan con una palpable ira y permitiendo que contemplara toda la sangre en sus manos, el de los cabellos negros caminó frente a mí y trató de imponerse con su colosal estatura.

—¿No escuchaste lo que dijo Jensen? —preguntó arqueando las cejas y arrugando su frente, unas gotas de sangre caían de su cabello sobre sus mejillas pálidas.

Sus ojos centelleaban en esmeralda, y de alguna extraña forma, el chico que tenía frente a mí no se parecía en nada al que había conocido en la biblioteca en mi primer día de escuela. Tal parecía que su acto se hubiera disipado tan pronto como yo había descubierto el mundo de criaturas sobrenaturales que se extendían debajo de mis pies.

—¿Así que esto es lo que realmente eres, Sammuel Fennigan? —presioné, y por la negativa en el rostro de Jensen, no era el mejor momento para comenzar una disputa con el pelinegro. Sin embargo, yo estaba igual de irritada que él y tampoco era aconsejable cruzarse en mi camino aquella noche.

—¿Perdona? —preguntó Sam ladeando su cabeza como para darme una segunda oportunidad y replantearme mis palabras.

—El acto de chico tímido que quería colarse en mi mundo —continué sin ningún tacto mientras sus ojos brillaban en verde y se cruzaba de brazos—. ¿Qué querías lograr con ello? Querías hacerte el inocente para que después te perdonará por el ataque del bosque, ¿no es cierto? No confío en ti, Sammuel —me apresuré a confesar mientras el brillo de la luna llena se reflejaba en su profundo mirar.

Había un furor en sus orbes que me incitaba a lanzarme a cualquier abismo al que ellos me pudieran acercar. Había un peligro real en él y eso lo hacía diferente a Lachlan en muchos sentidos. El escozor en la cicatriz de mi hombro y espalda me suplicaba ir con paso ligero alrededor de Sam, pero el fuego quemando en mi interior me urgía a dejarlo salir todo contra él.

—¿Qué no confías en mí? —repitió—.Tengo sobre mis manos sangre de tres vampiros que maté por ti y tú dices que no confías en mí.

La irritabilidad en sus palabras y el gesto de pasarse la lengua por lo labios después de haberlas pronunciado me impulsaban a querer despedazarlo en el lugar, como si por alguna cósmica razón, yo contara con la fuerza necesaria para hacerlo sin el mayor esfuerzo.

—Esta herida lo deja ver bastante claro. ¡Tú fuiste la criatura del bosque que pudo haberme matado de no haber sido por Jensen! ¿Y quieres que así confíe en ti? Mata a uno o a mío vampiros en mi nombre y no te creeré nada, porque para mí no eres más que un actor jugando un papel... un mentiroso...

El rostro de Sam se ensombreció y hasta Lachlan, quien no hacía otra cosa que observar en silencio toda la discusión, intentó interrumpir mis reclamos.

—Elizabeth, vámonos —intervino Jensen con su tono más paternal, pero le fue imposible disuadirme de mi propósito—. Lach y yo te llevaremos a tu casa y aclararemos todo lo demás con más tranquilidad en la mañana.

—¡No quiero hablar de nada Jensen! —exclamé enseguida—–. Tu charla dulce no va a lograr hacerme desistir —mi discurso picaba en él como si tuviera el poder de herirlo deliberadamente—. No eres mi padre y ninguno de ustedes es nada para mí, más que un inminente peligro.

Toda mi furia interna estaba siendo canalizada hacia una sola persona y cada uno de los que estaba en la habitación sabía a quién me refería. Lachlan solo se limitó a observar la escena de mis reclamos sin mover un solo músculo, pues temía que de alguna forma u otra fuera a caer víctima de ellos también.

El Valle De Los Lobos ✔️ [Libro 1 Saga De Los Dioses Caídos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora