Bonus: Crónicas Vampíricas (2)

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No me alegraba en lo absoluto saber que yo tenía razón con respecto a Alexandra, pero el hecho de que ella hubiera convocado a un baile en casa de un gran duque me dio la tranquilidad emocional de saber que aún tenía la forma de anticipar sus movimientos, incluso si la mujer a la que yo había amado, había desaparecido años atrás.

La noticia de que la desconocida sobrina del duque, la señorita Udinov, había abierto las puertas del palacete para ostentar un baile en plena crisis tomó a todos por sorpresa. Claramente, a todos menos a nosotros, completamente preparados y dispuestos a enfrentar a la vampiresa y conseguir aquello que necesitábamos de ella. Lo que sea que Helena necesitara...

Las invitaciones llegaron en cuestión de día y, cómo siempre, solo fueron a parar a la mano de la burguesía alta. No obstante, Hans y Lachlan tenían la habilidad de hacerse con un lugar rápido en los círculos internos de las grandes casas por su inigualable belleza. Ellos dos eran muchas cosas, pero atractivos era el principal adjetivo que me venía a la mente cuando pensaba en ellos por vez primera. Eran osados, descarados, escandalosos, pero en el mejor de los sentidos... En el más sensual de los sentidos. Definitivamente, nadie iba a resistirse a ellos, y podíamos utilizar eso a nuestro favor.

El club de caballeros de Viena abrazó a los chicos con manos abiertas e, inmiscuyéndose en los círculos internos de este, se hicieron con tres invitaciones para lo que estaba descrito como el baile del siglo en Viena.

Era una mascarada y el tema era el de un bosque prohibido repleto de demonios de la noche sedientos de sangre. Nunca mejor dicho y realmente con muy poco trabajo de parte de la vampira a la hora de cubrir sus huellas. Era como si no le interesara en lo absoluto pretender ser parte del mundo humano; para ella solo era un insípido entretenimiento más.

Hans escogió un traje verde satinado y una máscara con plumas de pavo real que acentuaban el maquillaje esmeralda que explotaba en sus ojos y llegaba hasta sus mejillas. Había algo en el brujo que hacía que romper todo tipo de reglas establecidas se viera de maravilla en su piel. Si algo envidiaban de él, era la libertad con la que caminaba por el mundo.

Lachlan llevaba el gris como todo un profesional y la máscara azul marino era todo el contraste necesario para remarcar su verdadera naturaleza. Lach tenía un aura peligrosa sobre él que era deseable tanto para hombres como mujeres y él sabía cómo utilizarlo a su favor y a su gusto. No era un secreto para nadie que los profundos eran muy diferentes a los humanos. No creían en la monogamia, su sociedad era una marcada manada donde solo los primeros podían tener hijos de sangre pura y eran criados por las esferas más bajas. Lo único que no permitían los profundos era ningún tipo de incesto, pero todo lo demás era ampliamente aplaudido, tanto en su forma sobrenatural como en su naturaleza humana.

Helena era otro mundo y ella lo sabía. Desde que la conocí, debí haber adivinado que ella era un ser etéreo ajeno a los humanos. Ella no despreciaba a los hombres; los miraba como una severa madre mira a sus hijos más ingenuos y, aunque aún estaba aprendiendo las reglas de su nueva vida mortal tras su caída, era demasiado orgullosa para su propio bien. Ella iba toda de rojo y era que Helena era fuego puro: abrazadora, implacable e incontrolable, amenazando con explotar en cualquier minuto.

Yo únicamente usé negro, cómo lo hacía tan bien...

El palacio del duque estaba engalanado para la ocasión: tétricos árboles retorcidos de troncos blancos y hojas rojas habían crecido de la nada en sus tierras y eran alimentados por la sangre de los cadáveres que se apilaban a su alrededor. Para los humanos, no era otra cosa más que un display de imaginación de acuerdo al retorcido tema de la gala; para nosotros, los sobrenaturales, era una horrible realidad pues la sangre de los cuerpos se metían por nuestra nariz en un hedor inconfundible.

No se separen de mí —habló Hans al subir los escalones del palacete, alertándonos de que los humanos que entraban en el laberinto de setos iban a ser comida para los vampiros que esperaban adentro—. Huelo mucho más que solo neófitos aquí.

Él tenía toda la razón. Fue entrar por la puerta de cedro y saberme observado por un millar de ojos rojos escondidos detrás de máscaras de ébano.

—Busquen a la neófita —pidió Helena provocando cierta desconformidad en mí—. Es una rastreadora y por el momento, una de los vampiros más fuertes en este lugar. Debería estar escuchándonos ahora mismo...

—Creí que deberíamos estar buscando la sangre de Alexandra... —recordé sus palabras.

—Ella es la sangre de Alexandra —rectificó la diosa caída—. Todo vampiro creado por su sangre es importante para nosotros y puede servir nuestros propósitos, incluso tú, pero a ti te necesitamos por otras razones.

—¿Y por qué debería interesarnos una neófita si ya tenemos a James? —inquirió Lachlan, a quien no le hacía mucha gracia que no le dijeran cada una de las pautas del plan, y yo sentía exactamente la misma preocupación.

—Solo encuentra a la chica, Lach —irrumpió Hans. Él sabía algo que nosotros no y la mirada severa del príncipe de los profundos presionó al brujo a soltar toda la sopa antes de que él la consiguiera por otros medios—. Si ella es la correcta que Helena vio en sus visiones, ella puede llevarnos a un eterno.

—Yo no entiendo una mierda... —repuso el moreno con su impaciencia a flor de piel— ¿Un eterno?

—Un niño inmortal, Lachlan —riñó Helena—. Esa chica y el hombre del que se enamorará son los padres de un niño inmortal. Tenerla a ella junto a nosotros asegurará nuestro triunfo por encima de todo lo que cualquiera de mis dos hermanas diosas puedan intentar contra nosotros.

Habían pocas leyendas acerca de los niños inmortales. Solo se sabía que eran seres divinos que combinaban dos mundos en su sangre. Nunca había visto a uno por la rareza que era tenerlos, pero se sabía que los padres de los niños inmortales renacían en el tiempo para acompañarlos hasta que ambos entraran al espectro sobrenatural.

Aceptamos el reto asintiendo silenciosamente y nos movimos en parejas por el baile. Lach y Hans iban juntos y Helena y yo hicimos lo propio recorriendo el salón de columnas de mármol tanteando el terreno. No había ningún tipo de disimulo entre aquellas paredes. Los vampiros estaban alimentándose a riendas sueltas y se escapaban de la fiesta acompañados de humanos para descuartizarlos en las habitaciones en las que se escondían para hacer orgías y complacer todo tipo de deseos sexuales.

—Te diré algo —quiso aminorar mi tensión Helena—, la perra sabe cómo hacer una fiesta.

Alex no estaba en ningún lugar para ser encontrada y era algo que se salía de cualquiera de sus costumbres. Ella tenía la necesidad imperiosa de ser el centro y por alguna extraña razón había decidido permanecer en las sombras y renunciar a su estatus de anfitriona.

Nos adentramos en uno de los salones donde una de las lascivas escenas estaba teniendo lugar y era como entrar en un embrujo cubierto de un velo. Quizás los humanos solo veían un display de deseo sexual, pero la realidad ante mis sobrenaturales ojos era que los vampiros estaban bebiendo desesperadamente la sangre de los humanos con los que estaban emparejados en medio de aquella orgía.

En medio de la escena, envuelta en una bata negra y con una máscara plateada cubriendo su rostro, una chica de cabello negro enrolado se alimentaba del cuello de un humano arrodillado frente a ella. La vampira era joven y estaba sentada en lo que parecía ser un trono de madera oscura cubierto de rosas. Las piernas de ella estaban enredadas en la cintura del pobre chico que ya comenzaba a desfallecer y convulsionar entre su agarre. Solo de detuvo cuando nos vio de pie entre los cuerpos sudados.

—Helena y James... —habló la chica solo cuando rompió el cuello de su víctima—. Alex me dijo que vendrían por mí...

—Raina Novotná —respondió Helena sin despegar sus ojos de la bruja pelirroja—. ¿Dónde está tu mentora? Es bizarro no encontrarla a la cabeza de esta charada. Sé que tiene a sus brujas blancas tendiendo un hechizo sobre estos ilusos.

—Ella no es nada junto a mí... —habló la neófita con su boca llena de sangre.

El Valle De Los Lobos ✔️ [Libro 1 Saga De Los Dioses Caídos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora