Daños Colaterales

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Anna me había rogado que mi hermano y yo nos quedáramos en la mansión Amell por unos días. No estaba del todo convencida de que las amenazas de la neófita fueran solo eso. Por mí era perfecto y además, la preocupación constante de las palabras de Sienna me alteraban por las noches y en lo único que pensaba era en una forma de deshacerme de ella antes de que una catástrofe sucediera.

Lachlan y yo prácticamente dormíamos juntos todas las noches y el único inconveniente que tenía era encontrarme en los pasillos con Helena o con Sam, pero el tratamiento silencioso de mi parte para con ellos dos era la mejor opción. Por difícil que pareciera, y con algo de ayuda de Hans, Helena había bajado un poco sus defensas conmigo y nuestra relación había avanzado un poco. Al menos ya no me miraba como si quisiera asesinarme en el lugar. El otro problema, sin embargo, llevaba por nombre Sam Fennigan y no era tan fácil de remediar.

Desde el baile el chico no me había dirigido más la palabra y me evitaba constantemente.

—¿Qué tienes? ¿Por qué me miras así? —preguntó Sam mientras sacaba el pavo del horno esa tarde. Él llevaba una enguatada gris ajustada a su musculatura y aunque su cabello en efecto era mucho más corto, aún tenía aquellos mechones alborotados y rebeldes cayendo sobre sus espejuelos.

—Nada —dije mezclando el caldo con la salsa con un tono seco.

—¿En serio? ¿Mentiras conmigo? —dijo dejando el pavo sobre la mesa y con una mirada que me incriminaba.

—¿En serio? ¿Ahora me hablas? —respondí en el mismo tono en el que me habló y regresé al comedor junto a Lachlan—. ¿Qué diablos sucede con él? —balbuceaba yo con el rostro fruncido junto al que era, en efecto, mi novio.

Lach intentó hacer caso omiso de mis palabras, pero al ver que yo continuaba molesta por su actuar, el moreno me respondió.

—No le prestes atención a Sam —me dijo—. Está aterrado por los otros lobos.

—¡No hables por mí si no quieres tragarte la lengua, Lachlan! —amenazó el otro desde la cocina haciendo que el moreno soltara una carcajada.

—¡Pero es cierto! Estás aterrado de que tu querido Chris aparezca en Valley City —presionó.

Por la expresión el rostro de Sam cuando se asomó al comedor secándose las manos con una toalla blanca, supe que no le hacía nada de gracia el comentario de Lachlan y que no era un tema que él se tomaba a la ligera.

—Lo que sucede es, Lizzy —continuó Lachlan y parecía que aquellos dos se iban a enfrentar en una guerra de egos de la cual yo no quería ser ni partícipe ni testigo—, que nuestro querido Sammuel va por la vida dándoselas de muy rudo y no es más que un pequeño chihuahua asustado.

Sam no decía nada. Solo se limitó a cruzarse de brazos sobre su pecho y a traquear su cuello mientras dejaba que Lachlan exteriorizara toda su frustración.

—¿Sabes lo que es un Omega, Lizzy? —me preguntaba Lachlan.

—Me voy de aquí —dije levantando mis manos en el aire e intentando zafarme de aquella incómoda situación, pero Lachlan me retuvo para que escuchara toda su explicación.

Los ojos de Sam fueron directo a las manos de Lachlan apretándome el muslo para que no me pudiera poner de pie.

—Un Omega es el primero en morir siempre —hablaba el moreno sin separar sus manos de mí, pero mirando peligrosamente a Sam—. En una manada de hombres lobo, tenemos a la pareja Alfa, la pareja Beta, el resto de los intermedios y luego los Omega. Los últimos en el rango social de su comunidad. Pero nuestro adorado Sam ni siquiera es eso. No, no lo es —rió el muchacho poniéndome terriblemente incómoda—. Nuestro Sammuel es un lobo solitario.

El Valle De Los Lobos ✔️ [Libro 1 Saga De Los Dioses Caídos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora