Artemis

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La oscuridad de la noche me sorprendió en la habitación de Helena y se sumó al sobresalto el encontrar al inusual Hans Roy frente a mi cara. El maquillado pelirrojo me observaba con un palpable detenimiento en su rostro.

—Oh, mi pequeña. Me compadezco de ti —habló pasando sus dedos por mi cabello. Jensen, Anna y el resto de los chicos estaban en la habitación. Todos menos Sam—. Él vendrá —dijo tan pronto puse mi pensamiento en el pelinegro, al que no había visto en semanas.

—¿También puedes leer lo que pienso?

—No, querida. Puedo leer tus ojos, y ellos estaban buscando a alguien que no está en este cuarto.

—De vuelta al punto, Hans —exigió Helena con su voz más autoritaria—. Hay una razón por la que estás aquí.

Incluso si no era capaz de ponerme en pie o si no podía ser tan contundente como quería, me apetecía poner a aquella chica en su lugar.

—¿Y por qué no puedes hablar tú? —presioné tan pronto la pelirroja me volvió a dar la espalda—. ¿Por qué no podemos hablar solo tú y yo y tienes que esconderte detrás de alguien a quien no conozco? Asumo que trajiste a Hans aquí solo porque lo que sea que tienes que decirme, debes hacerlo con alguien al lado —presioné hasta el punto de ver a la chica tragar en seco y a los demás retroceder con sus rostros redundantes—. ¿Eres tan poca cosa o tienes miedo de mí?

Helena se cruzó de brazos y frunció el cejo.

—En mi vida tendré miedo de ti —riñó ella tensando los labios.

—Quizás sea mejor si las dejamos solas —sugirió Anna, pero solo con sus ojos, la pelirroja dejó saber que necesitaba a Hans en la habitación para sentirse un poco más cómoda.

¿Necesitaba sentirse segura de mí?

—Jen —musité yo, y el rubio asintió dejándome saber que se quedaría a mi lado en todo momento.

El silencio lo invadió todo por un instante, y solo fue interrumpido por el chirriar de una silla sobre el suelo de madera cuando Helena se dispuso a sentarse frente a mí y se dignó a hablarme directamente por primera vez en toda la noche. Sin una mala forma de por medio o sin su natural saña. Helena intentaba decirme algo.

—¿Qué sabes sobre religión, Elizabeth? —inquirió la joven mirándome a los ojos. Me sentía escudriñada en medio de figuras tan imponentes. Después de todo, entre aquellos tres sumaban milenios y yo no llegaba a los 17 años de edad.

—¿Te refieres a Dios…?

—Religión —repitió Helena con algo de impaciencia. Era demasiado pedir que ella estuviera tranquila a mi alrededor—. Cualquiera de ellas.

—Es un conjunto de creencias alrededor de una figura divina... —respondí sudando frío.

—Exactamente. Una figura o varias. Y en nuestro mundo, hay varias.

—Lachlan me dijo algo al respecto —dije a tientas—. ¿Hay tres diosas?

—Hay cientos, Elizabeth —rectificó Hans, que hasta el momento no había hablado, solo observaba nuestras interacciones—. Hubo un tiempo en el que existieron miles.

Era increíble. Algo inimaginable incluso, pero me encontraba entre vampiros, profundos y cambiaformas, por lo que ya la línea que separaba lo real de lo ficticio había desaparecido por completo. Si existían deidades de algún tipo rigiendo nuestro mundo, no era algo que debía asombrarme en lo más mínimo, después de todo.

—Necesito saber más —pedí para poder tener una visión mucho más clara de lo que intentaban decirme.

—Básicamente, la realidad no dista mucho de lo que tu cerebro limitado puede asimilar —habló ella y su tono regresó a ser ese fastidioso que yo recordaba—. Pero en vez de ser solo un dios absoluto por encima de los humanos, existen actualmente una decena de deidades igualmente supremas.

El Valle De Los Lobos ✔️ [Libro 1 Saga De Los Dioses Caídos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora