Completamente a Medias

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Las dos semanas de los exámenes finales habían terminado y con un poco de suerte, todos habíamos sacado el semestre. Unos con notas mejores que otros, pero estábamos de vacaciones y sin más preocupaciones de estudio, al menos por unas pocas semanas. La primavera comenzaba en aquel pueblo frío y un poco sombrío. Se veía el sol con un poco más de brillo y las fiestas y locuras naturales en los adolescentes afloraban junto al calor del mediodía.

No tenía planeado hacer nada especial esas pequeñas vacaciones. No quería salir del pueblo a pesar que sabía que me haría bien olvidarme de todo por un tiempo indeterminado. Todos los chicos se dispersaron durante los primeros días, estaban liberando la tensión de los exámenes finales pero tenía la esperanza de que se comunicaran conmigo después de pasado ese tiempo de descanso.

—¿Alguien te ha llamado? —preguntó Lachlan asomando su rostro en la superficie del lago junto a la casa de los Amell.

Tenía la manía de irme a leer junto a la pequeña laguna mientras él se distraía en un largo baño por sus aguas. Era refrescante y me daba la perdida sensación de tranquilidad.

—Ayer Dylan avisó que pasaría unos días con sus tíos en Virginia, pero no he sabido nada de Kat desde que llegó su padre a la ciudad —hablé cerrando el libro sobre mis piernas y el rostro de Lachlan se frunció ante la mención del hombre.

—Sí. El cazador —refunfuñó y para esas alturas conocía al chico lo suficientemente bien como para notar su molestia en los más pequeños gestos.

—¿Qué sucede con los cazadores? ¿Tienes un problema con ellos? —pregunté acercándome más a la orilla del lago.

—Por supuesto —centellearon sus ojos—. ¿Crees que es noble de su parte asesinarnos y cazarnos para su propio placer? —dijo.

No tenía ni idea, o más bien, no había visto aquel tema desde el ángulo de cualquier ser sobrenatural en específico. Después de todo, y como a él le gustaba recalcarme, yo pensaba como una humana porque al final de cuentas, eso era.

—Pero Helena fue quien se alió con ellos —recordé—. Supuse que tú también has estado siempre de su parte pues, como me has dicho, llevas siglos trabajando con ella y Hans.

Por su cruda mirada, sabía que había mucho más de lo que él me decía, pero decidí no presionar mucho más allá. Había dolor y Lachlan no era muy bueno lidiando con los fantasmas de su pasado, por lo que simplemente lo dejé ir por el momento.

La casa de los Amell estaba prácticamente vacía. Erick y Anna están en California en una de las residencias que Jensen sostenía allá. Sam iba y venía sin decir una palabra. Helena y Hans se pasaban los días bebiendo todos los whiskys raros que encontraban en el despacho del vampiro que también se había ausentado unos días de la ciudad, consultado hechizos en grimorios ancestrales que conjuraban de la nada.

—Se siente como si solo estuviéramos tú y yo aquí —le dije a Lachlan entrando en la casa mientras él se pasaba la toalla seca por el cabello.

Ante mi comentario, el chico sonrió con algo de malicia y se abalanzó sobre mi cintura. Intentó besarme, pero la voz de Sam lo hizo detenerse en el instante.

—Pero no lo están, así que si me ahorran el sacarme los ojos de mi cara, se los voy a agradecer.

Definitivamente el fastidioso Sammuel estaba de vuelta y Lachlan no hizo otra cosa que rodar los ojos en blanco y subir a su habitación para una ducha rápida con la que quitarse el agua del lago.

Sam llevaba una mochila de campaña y, por el polvo en su ropa y algo de ceniza en su cara, parecía que regresaba de alguno de sus viajes.

—¿Regresas o te vas? La verdad es que ya no sé cuando estás en casa y cuando no —pregunté esperando una brusca respuesta de su parte. Él pareció querer controlarse al impulso y en cambio me respondió sin mirarme a la cara.

El Valle De Los Lobos ✔️ [Libro 1 Saga De Los Dioses Caídos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora