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 – Oh, sí, tienes unos dibujitos muy bonitos

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 – Oh, sí, tienes unos dibujitos muy bonitos

Kairi apretó los puños con impotencia. Estaba sentada en el banco con esa mujer en frente, observando sus bocetos. No se podía mover de ahí. Si lo hacía, seguramente le partiría el brazo entero. No sabía porque, pero después de aquellas palabras, había cedido voluntariamente a sentarse en el banco en cuanto le soltó la mano. Debería de haber aprovechado su oportunidad y haber salido volando de ahí, aunque fuera sin su blog.

Escuchó como pasaba página por página, hasta oír un gruñido entre molesto y decepcionado por parte de la contraria. Levantó la mirada cuando notó como le enseñaba uno de sus dibujos, y su corazón se aceleró al ver que se trataba del de la flecha.

Esperó las palabras de la señora, pero en su lugar, solo arrancó la página de cuajo, destrozando parte del dibujo. Iba a gritarle por arruinar su trabajo, pero sus palabras no salieron. Vio como la niebla parecía empezar a volverse más espesa de nuevo, rodeándola lentamente. El olor a azufre empezó a intensificarse, y la mujer solo rodeó el banco para abrazarla por la espalda.

Odiaba el contacto físico, aunque se sentía muy relajada. Incluso le pareció buena idea el echarse una siesta ahí mismo, pero su furia interior por haber visto como rompían uno de sus trabajos le mantenía medio consciente de alguna manera. Debía de hacer algo, ya. Gritar seguramente sería la mejor opción, alguien le podría escuchar.

– Es una auténtica pena — dijo la mujer —. Si sobrevives a esto, puede que todavía sigas dibujando esos preciosos dibujitos tuyos.

Repentinamente, sintió un fuerte dolor abdomen, lo que le puso los pies en la tierra durante unos segundos. Se habría esperado cualquier cosa menos ver que tenía clavada una flecha. Esa flecha que había estado dibujando. El olor a azufre ya le quemaba las fosas nasales, y notaba como de nuevo volvía a perder la consciencia.

– Vaya... Parece que no tiene el potencial suficiente — escuchó una voz masculina, que supuso que sería del hombre que acompañaba a la mujer. No había caído en que había desaparecido por completo de su campo de visión.

– Bueno, yo me deshago del cadáver. Vayámonos ya de aquí. He escuchado que hay un buen italiano cerca.

Kairi se levantó en contra de su voluntad. Su cuerpo se movía completamente solo, aun con la flecha clavada en el abdomen, permitiendo que se fuera enterrando más y más en su cuerpo, dejando caer su sangre a regueros.

– Ups, perdón, casi se me olvida esto.

Ya no podía distinguir de quien era la voz, pero volvió a notar un dolor intenso en la herida. Habían arrancado la flecha. Otro momento de lucidez debido al dolor, así que tomó todo el aire que le permitieron sus pulmones, y gritó con todas las fuerzas que le quedaban un solo nombre. Rohan. Solo lo conocía a él. Solo él podría darse cuenta de que había desaparecido. Una vez volvió a caer en ese trance, supo cual era su destino, el fondo del río. Su cuerpo tenía la intención de acabar en el fondo del río, y después, no volver a moverse.

𝓒𝓸𝓵𝓵𝓪𝓫𝓸𝓻𝓪𝓽𝓲𝓸𝓷 | ᴋɪꜱʜɪʙᴇ ʀᴏʜᴀɴ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora