08

188 18 0
                                    

Las manos me estaban sudando cuál cascada. Hace siete minutos que la madre de Lit me había indicado dónde era su habitación para poder entrar a verlo y aún no reunía el suficiente valor para ir a por ello.

Es que, ¿Qué iba a decirle? ¿Iba a entrar a perturbar su paz así de la nada? Él ni siquiera me conocía. ¿Y si me empieza a hacer muchas preguntas? ¿Y si no sé qué responder?

Siempre fui débil ante Lit. Incluso antes de saber que me gustaba lo era. Desde que lo conocí me ha doblegado con sus encantos y no hay manera de que yo pueda decirle que no a algo. Suena enfermizo pero la realidad es todo lo contrario. Mi Lit me cautiva en maneras que ni yo puedo entender.

Miré el reloj y recordé que el tiempo se me acababa. La hora de visita se me iba a pasar aquí afuera y todo por lo que había luchado habría sido en vano.

Tomé todo el aire posible y cuando menos lo esperé, ya había abierto la puerta.

Él me daba la espalda pero inmediatamente volteó a verme cuando escuchó el sonido de la puerta abriéndose. Tragué duro, no soy tan valiente. Pero me sonrió y me di cuenta de que él me hacía valiente.

Le sonreí de vuelta con la sinceridad más pura del mundo y di un par de pasos adentro de la habitación para que la puerta se cerrara tras de mí.

Hola, Mau—No era usual que yo lo llamara así, pero por lo que yo sé, sus padres no lo llaman Lit y yo fui quien le dio ese apodo, así que no quería decir o hacer ni la más mínima cosa que saboteara la recuperación de mi querido Lit.

Hey, ¿Ya me podés decir quién so'?—Me preguntó aún sonriendo. Divertido. Sonreí aún más. Me encanta ese tono en su voz.

Un amigo—Contesté. Él pareció emocionarse ya que se abalanzó contra mí y me dio un fuerte abrazo con su brazo sano.

Me tomó por completo de sorpresa y tardé unos segundos en reaccionar y devolverle el abrazo. Pero cuando lo hice me sentí pleno por fin. Quería incluso llorar por todas las emociones que recorrieron mi cuerpo cuando sentí su calor contra el mío. Era un complemento maravilloso que había pensado que no volvería a sentir nunca, pero aquí estaba mi hermoso platinado, entre mis brazos y respirando en mi cuello como siempre debió ser.

Disculpame si no te reconozco, tuve un feo accidente por lo que me dijo el Doc—habló haciéndome sentir su respiración contra mi cuello, lo cual me dio ligeras cosquillas que me hicieron reír y apretarlo con más fuerza contra mí, teniendo cuidado, obvio, para que no se escapara tan pronto de mis brazos.

No tenés que disculparte, Mau—Cerré los ojos y sentí que él se alejaba del abrazo.—No fue tu culpa—Lo miré a los ojos cuando ya estuvo a una distancia considerable.

Él volvió a sonreír, parecía muy feliz de verme aunque no supiera ni siquiera quien soy. Pero yo estaba tan feliz de verlo como él, incluso hasta más. Porque quizá él se quiera convencer de que yo soy su amigo pero yo tengo enfrente al amor de mi vida.

Mi vieja te dijo que no me contaras nada, ¿no?—preguntó con obviedad y parecía desanimado por eso. Asentí sin decir palabra y él dejó ir un suspiro—Me da bronca no poder acordarme de ti—

Igual me odiarías, mi amor. Es mejor que no recuerdes lo mierda que fui contigo y lo mal que te hice sentir. No quisiera que revivieras todo el mal que te hice en el pasado.

Lo harás, ya verás—Le alenté dándole un golpecito amistoso en el brazo sano y me volvió a sonreír, al parecer le caí bien.

¿Me podés decir al menos como te llamás?—pidió dándose la vuelta para ir a sentarse a la camilla del hospital, di algunos pasos al frente para seguirlo.

Mauro—contesté sin dudar y me acerqué para sentarse al frente suyo en la cama.

Mande—dijo y me le quedé viendo, sin entender. Sonreí cuando lo hice y miré hacia abajo negando. Cierto que él se llama así.

—No, mi nombre es Mauro—Reí bajito y el quedó perplejo. Aunque de un momento a otro se emocionó levantando alto su brazo sano para que las chocara.

¡Pero Tocayo!—Exclamó emocionado y yo festejé con él, chocando su mano con cuidado y dándonos un apretón amistoso.

Lo sé, lo sé—No podía dejar de sonreír. Era irreal lo que estaba viviendo. Estar con Lit con el permiso de sus padres, sin que él me odie por completo como lo hacía antes del accidente. Era como empezar a conocerlo de nuevo.

Se sentía bien pero también se sentía muy sucio de mi parte. Sentía que me estaba aprovechando de su pérdida de memoria. Pero su madre me mataría si le dijera la verdad, aunque quisiera. No me gusta estarle mintiendo al ser que tanto he amado.

¿Cuánto tiempo te dejaron estar aquí?—preguntó sacándome de mis pensamientos y lo miré a los ojos.

Como me encanta su mirada.

Muy poco, ya casi se acaba la hora de visita. Lo lamento, llegué algo tarde—Me disculpé, y él hizo un gesto que podría derrumbarme en cualquier momento. Lucía preocupado.

Pero vendrás mañana, ¿No es así?—dijo algo alterado, acercándose a mi cuerpo—Por favor, decime que te veré mañana—Me miraba todo el rostro preocupado. Sólo veía como sus ojitos veían de un ojo al otro buscando una respuesta y no pude evitarlo.

Tomé su rostro entre mis manos y acaricié su mejilla sin darme cuenta.

Estaré aquí mañana, te lo prometo—aseguré mirándolo a los ojos, muy cerca de su cara y pude notar como él se relajó. Cerró sus ojos y se acurrucó un poco en mi mano.

Gracias, Mauro—sonrío pequeño, mirándome y tuve que contenerme para besarlo. Es hermoso, aún con todas esas heridas en su rostro. Es angelical. No puedo creer que lo dejé ir. Soy un completo imbécil por eso.

Me quitó el aliento cuando miró mis ojos fijamente. Como lo extraño. Lo tengo Justo al frente pero extraño que esos ojitos bonitos me vean con ilusión y amor.

Justo ahora me veía con ilusión pero sabía que era porque soy alguien nuevo. Quizá había visto solamente a su madre, a su padre y al doctor desde que despertó, y bueno, a algunas enfermeras. Pero ahora veía en mí a alguna clase de amigo, alguien nuevo con quien divertirse y estar. Es por eso que me suplicó que viniera mañana.

Y yo no podría estar más agradecido de ser esa única persona a quien sus padres dejaran verlo.

Ni siquiera su nuevo novio ha podido verlo.

Sólo yo.

𝐡𝐨𝐥𝐚, 𝐌𝐚𝐮! ; 𝐃𝐮𝐤𝐢𝐥𝐥𝐚𝐡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora