Que no te frene el miedo,
que te recorre toda la espalda.
Que no te llegue dentro,
ese golpe que ha venido a matar.
Que no te apagues,
aunque ya no tengas llama.
Que no te rindas,
mientras persigues la fuerza.
Que la oscuridad de la noche
no te llegue con escalofríos.
Que no te olvides de ti,
aunque de ti se han olvidado.
Que no compartas cama,
con quién se ha vuelto pesadilla.
Que no te quedes,
aunque no veas la salida.
Que grites,
ya sin voz.
Grita.Grítame,
que estoy aquí.—
Desde el respeto, la sinceridad y la rabia que escuece dentro, desde la sorpresa de continuar gritando algo que debería estar ya claro, desde la petición absurda, por rogar menos violencia, por la inocencia al querer detener a un monstruo a conciencia, desde buscar la justicia, porque damos vida y nos la quitan, desde el dolor por quién no conozco, desde el luto, por quién no he llegado a tiempo, sin saberlo, desde lo que está a pedazos y aún así, pide auxilio, desde las lágrimas, las huidas, desde esa ansiedad que te llega el viernes por la noche, desde una posición que sí te entiende y desde donde puedo cogerte de la mano o enviarte un abrazo al cielo, si es que me lo permites.
Desde mi libertad que apoya a las valientes, a las que gritan, a las que no, a las que corren, a las que no se han ni enterado, a las que ya no están, a las que sí y parece que no, a las que están más fuertes que nunca y a las que tiemblan con un beso, a todas y cada una, a las valientes, porque hay que ser valiente para ser mujer, que muchas veces, si fuese a elección, otra historia sería. A todas, mi fuerza.
Porque hoy, yo no sé mañana, pero hoy, por suerte, tengo una voz y voy a gritar fuerte por vosotras, con el desgarre, si es necesario, hasta que mi grito vuele y se fusione con muchos más, hasta que llegue a los oídos sordos que hacen daño y se sepa que no hay ni una sola, ni una débil, hasta que pueda decir, algún día, ojalá cercano, que ya no hay ni una menos.
Grita,
porque yo estoy gritando contigo.Y aquí, mi nombre.
