Aún recuerdo esa tarde fría,
un mar rebelde curándome las heridas,
"de estas cosas nadie ha muerto", me decía,
aunque nunca había tenido menos vida.Te gustaba ir al Faro por la brisa,
aunque la vista era lo que más querías.
Te gustaba mirar el mar, porque te distraía,
a mí mirarte a ti, porque me moría.Entre tanta gente sintiéndome vacío,
la linterna ya no tenía ni "ese" brillo.
No se escuchaba tu risa por ninguna esquina,
quién diría que El Faro también te extrañaría.Y te sentí,
te sentí tan dentro,
que presentía que estabas a mi lado,
me gustaba contarte lo que me había pasado,
hasta que descubría que estaba hablando solo.
Y te sentía,
te sentía tan dentro.No habrá una ciudad donde no me emocione...
Esa tarde el sol no ardía,
ni el mar parecía querer orilla.
Yo inventándome cuatro formas de verte,
tú la quinta apareciendo entre la gente.Me olvidaba de cómo pronunciar palabras,
tenías tus trucos pero sin abracadabras,
sonreías y se hacía verano en tu mirada,
me tocabas y me alargabas los mañanas.Y no lo sabias, pero te había esperado,
junto al faro, como un día te lo había jurado.
Hacía rutina sentarme hasta que amaneciera,
echándote de menos, llevándote por bandera."¿Y cuándo piensas dejar los cigarrillos?",
pero una sonrisa te lo había respondido.
Me había quedado en ese beso de mejilla
y en ese pantaloncillo corto que tenías.Y te sentía,
te sentía tan dentro,
aunque lo decía Estopa,
todo había sido un sueño,
muy real y muy profundo.
Tus ojos no tienen dueño,
porque no son de este mundo.Tus ojos no son, no son, ni serán nunca...
De este mundo.
(Te adora, N)
